La iluminación espiritual

Paz, pan y principios

POR: PATROCINIO NAVARRO

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EL DEBER DE RECONCILIARSE

Confieso que me ha emocionado la puesta en escena de la declaración de paz en Colombia tras más de medio siglo en que esta palabra parecía haber sido borrada del léxico de ese país hermano. No es por las camisas blancas de todos y por la paloma de la paz en las solapas. Es porque dos hermanos hasta ayer enemigos se abrazan no solo ante los colombianos, sino ante el Planeta mismo, y es de esperar que ante Dios en lo profundo de sus corazones. Porque se crea en Dios o no, el Todopoderoso Padre Sí cree en nosotros porque somos Sus hijos y nos conoce muy bien. Y este abrazo por la paz puede aparentar ser un asunto político, de conveniencia, y hasta puede que en parte lo sea para algunos, pero lo que es seguro es que es bueno para todos el que termine el matar, el violar, el miedo al otro, la inseguridad, el cargarse más y más la conciencia con deudas que se han de pagar por la Ley de causa y efecto o de siembra y cosecha.

El que la hace, la paga es la ley. Por tanto, pedir perdón públicamente ante el mundo entero como hace el guerrillero y las lágrimas en los ojos del Presidente son todo un retrato del comienzo de otra etapa radicalmente distinta en la vida de los hermanos de Colombia a la vez que una carga de energía positiva para el resto del mundo que tiende a neutralizar la negatividad que alimenta las guerras en África y Oriente. La suma algebraica de lo negativo y lo positivo, cuando resulta positiva es un paso adelante para la civilización y hoy se ha dado ese paso en Colombia para beneficio de toda la humanidad.

En este Planeta los recursos son limitados. El pan no llega a la boca de todos. Cientos de niños mueren de hambre cada segundo en todo el mundo, especialmente en África. Incluso en países del llamado primer mundo como España, hay niños que no comen todos los días, familias que no pueden encender la calefacción en invierno; ancianos con pensiones miserables que aún tienen que alimenta a toda su familia porque no tienen trabajo, jóvenes que tienen que marchar a otros países porque no tienen futuro en este, y muchos otros desastres que incluyen los medioambientales. Este no es el clima que precisa la paz. La paz exige la justicia, la distribución justa de los recursos limitados del Planeta. El cuidado de las especies vivas de la Tierra y del propio entorno vital.

No es posible una verdadera paz mientras el 1 por ciento de la población mundial se apropie de los recursos del 99 por ciento restante. Pero para evitar que eso suceda no bastarán las buenas intenciones, ni los discursos brillantes, ni las puestas en escena con camisas blancas. Además de las camisas hay que blanquear las almas, hay que poner la mesa del mundo para que tengan asiento todos los hambrientos y desheredados de la Tierra; hay que armarse de amor y de principios amorosos; armarse de bondad y compasión y desarmarse de fusiles.

Hoy en Colombia se han quemado simbólicamente los fusiles. Ojalá la luz de ese fuego interno que lleva al abrazo entre enemigos ilumine las almas de quienes tienen el deber desde ahora de reconciliarse también con la justicia que deben al pueblo colombiano. Unos y otros. La guerrilla ha muerto. Ojala de sus cenizas brote una nueva vida para toda la nación.


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