La iluminación espiritual

Nuestra Madre Tierra sufre

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Nuestra Madre Tierra sufre; Patrocinio Navarro

A FAVOR DEL PLANETA, A FAVOR DE LA VIDA

Nuestra casa común, nuestra madre Tierra, sufre, se convulsiona, arroja fuego, inunda terrenos, desertifica, origina tsunamis, vientos destructores, crea caos. Nuestra casa común, nuestra madre Tierra está envenenada y lucha para purificarse de sus venenos este grandioso ser vivo, y con él nosotros; porque el aire que respiramos los seres de la vida está contaminado; el agua que apaga nuestra sed está contaminada; la comida de nuestros platos está contaminada. Y todo eso tiene un único autor: nosotros. Y como autores de todo eso, cargamos con sus consecuencias: pobreza, enfermedad, migraciones forzadas, y un largo etc.

Infinidad de aberraciones sobre el modo de relacionarnos los humanos con nuestro medio ambiente y con el mundo animal han convertido al Planeta en un inmenso enfermo atacado por innumerables toneladas de basuras mentales, químicas, radioactivas y de otros géneros, confiando en que la buena Tierra todo lo regenera. Y lo hará. De hecho, ya ha comenzado. Por eso se convulsiona en terremotos; saca de sí su lava purificadora; produce lluvias torrenciales o secos paisajes. Todo ello tiene consecuencias devastadoras a la que le pusimos un nombre: cambio climático. Pero tiene otro: Apocalipsis mundial.

Cambio grande es. La gente más vieja de todas partes no cesa de repetir que no recuerda fenómenos semejantes, ni sus antepasados han dejado constancia de que existieran tales extremos dramáticos. Eso no quiere decir que la Tierra sea de por sí algo tranquilo y estable. La Tierra, como ser vivo, es dinámica y ha cambiado varias veces la disposición de sus polos, tierras, mares y desiertos, con efectos dramáticos sobre las especies vivas. Pero ahora es distinto. Lo que lo hace distinto es nuestra interferencia en su proceso evolutivo, que le obliga a defenderse de nosotros del modo que vemos. Y es una lucha desigual, en la que solo puede haber un perdedor: el que supone usted.

De modo que tenemos un asunto pendiente con nuestro Planeta: nuestra personal deuda con ella. Cada uno la suya. Y es cuantificable hasta cierto punto. Tomemos por ejemplo nuestra forma de alimentarnos.

Uno de los fenómenos de masas de esta civilización es el consumo de carne. Por desgracia, el comer carne se ha asociado con nivel de bienestar. A medida que un país eleva su nivel de vida, eleva su nivel de consumo de carne de animales de tierra y de mar. Más de cincuenta mil millones de animales terrestres y más de diez mil millones de otras especies son sacrificados anualmente para alimentarnos. Y esto tiene un coste tremendo para la Tierra y para nosotros mismos, para el conjunto de los seres humanos. Fíjese en este dato: para producir un solo kilo de carne son necesarios cuarenta mil litros de agua. Ha leído bien: 40 mil. ¿Es esto sostenible para el Planeta y para nosotros? Es sostenible, y mucho, para la poderosa industria cárnica. Pero no para el Planeta, ni para nosotros.

LA GRAN CONTAMINADORA

La ganadería extensiva, con sus emanaciones de metano, contamina más la atmósfera que todos los transportes terrestres y aéreos juntos. Esto no es publicitado por los medios de comunicación, empeñados en poner su lupa en el gasoil como el malo de esta temporada. Tampoco se dice que los bosques, que fabrican nuestro oxígeno, se talan para terrenos de cultivo del cereal que alimentará al ganado, y a menudo expulsando o matando a sus pobladores. Esto, que son crímenes de la peor especie, tampoco es sostenible, pero ¿quién tiene interés en la vida de los árboles o de los habitantes de los bosques?... No las empresas destructoras del ambiente, ni los expropiadores, ni los especuladores con los precios de los cereales. Y en respirar, ¿quién tiene interés? Ah, esto ya es otra cosa. El contenido de oxígeno por centímetro cúbico de aire es más pobre que hace cincuenta años y disminuye a medida que los bosques se talan, así que cada árbol cuenta y tenemos motivos.

Entre tanto, los terrenos que se cultivan para cereal ganadero se restan de los que se cultivan para alimentación humana, porque resultan más rentables para las empresas cerealistas y especuladores del sector. A ellos les va bien, pero a nadie más. Esto también tiene consecuencias: más hambre y pobreza.

Podríamos extendernos poniendo nuestra lupa sobre los mares. Y encontraríamos en ellos una profunda desolación: la extinción segura – debido a la pesca industrial- de la vida animal, la enorme contaminación de las aguas por los vertidos industriales, por los derrames petroleros, por la radioactividad de los contenedores de desechos radioactivos abiertos sobre el lecho marino y los vertidos de las nucleares con accidentes como el de Fukushima. Y luego están las gigantescas cantidades de plásticos que llegan a formar islas. Todo eso está en los mares del mundo y lo tragan los peces que luego van a las cocinas del mundo. Y es bueno recordar que el mercurio que almacenan especies tan populares como el atún, no se elimina de nuestros organismos, o que los residuos nucleares permanecen activos cientos de miles de años.

La energía nuclear interesa mucho a unos cuantos grandes empresarios, claro está, pero ¿a nosotros y a la madre Tierra? Pagamos un alto precio por la economía destructora, la alimentación insana y la energía contaminante y además estamos amenazados de un Chernóbil cualquiera en cualquier parte, como ya se ha experimentado en Rusia y en Japón, por no remitirnos a Hiroshima y Nagasaki.

EN PELIGRO

Podríamos concluir que estamos en peligro, que la Tierra está en nuestra contra y que nosotros estamos contra ella. Pero además podríamos concluir que existen grandes responsables de ese peligroso duelo: las grandes empresas y especuladores y sus industrias contaminantes químicas, radioactivas y en especial la cárnica con todos sus efectos sobre el Planeta. También nosotros individualmente, aunque sea en menor medida, aunque a nivel personal tenemos la opción de evitar lo que podamos intentando ser respetuosos con los recursos naturales y con los animales y comer sano y lo menos contaminado posible, mientras que a la vez es vital un cambio de conciencia global que tome en serio la economía circular, olvide la alimentación antinatural y elimine los lastres de la economía contaminante.

Es difícil no darse cuenta de que nos hallamos en un momento decisivo de nuestra existencia como especie, y que la opción vegetariana, vegana y ecológica no es que sea una opción entre otras: es que ya es la única que nos queda si queremos seguir viviendo como especie antes que el Planeta nos lo impida con sus propias medidas ya en marcha y en nuestra contra.


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