La iluminación espiritual

El machismo y sus consecuencias

POR: PATROCINIO NAVARRO

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El origen del machismo

A la vez que se fue dando históricamente el proceso de división, selección y concentración de poderes y riquezas mediante diversas formas de engaño y violencia, fueron creciendo las desigualdades por razón del sexo, pues en la medida que la sociedad basada en la violencia se extendía, la mujer, cuyas tendencias naturales primeras como madres es evitar que mueran sus hijos en las permanentes guerras que jalonan la historia humana, y cuya inclinación al diálogo y al orden natural en todo es notoria, se fue convirtiendo en un estorbo. Por tanto se le hizo callar con diversos tipos de argumentos que veremos expuestos más adelante. Y este es el origen del machismo que todavía subsiste. Algunos dirán: esto parece una exageración. ¿Acaso no existe ya hoy una incorporación de la mujer al trabajo, viéndose así liberada de su oscuridad social en el hogar con los mismos derechos que el hombre?

En Occidente, sí, y solo en Occidente, pero para explotarla por triplicado: como ama de casa, como obrera con menor salario, y sin dejar de atender a sus obligaciones maternas. Ningún cambio positivo en el terreno del trabajo y la igualdad, pero en cambio una reacción negativa desde el punto de vista de la reproducción de la especie, siempre en Occidente: la negación a tener hijos de la mujer que trabaja debido tanto a la dificultad para conciliar trabajo y vida familiar como por las dificultades económicas crecientes para cuidar a los hijos, produciéndose como consecuencia una baja enorme de los índices de natalidad precisamente en los países ricos que presumen (falsamente, pues) de liberación de la mujer.

Otros objetarán: ¿No existen mujeres actualmente en puestos de responsabilidad empresarial, en la política y entre los mandos militares? Es cierto, podríamos decir, pero eso no es un indicador de cambio social. En primer lugar, su número es poco significativo comparado con el de los varones. En segundo lugar tienen que estar siempre de acuerdo con el sistema, al que sirven doblemente: como elementos de refuerzo y como escaparate ante la sociedad para hacernos creer que el capitalismo ha superado al machismo. Pero son las mujeres las que se han integrado en el sistema de opresión machista que las incluye desde siempre y las explota en todas partes. Y da lo mismo que sean primeras damas que ministras, presidentas de gobiernos, mandos militares o jefas de empresas multinacionales: siempre siguen el guión del Poder de los ricos. Por tanto no son elementos de contrapeso- sino de refuerzo- del modelo de falso desarrollo humano, social y económico. Ese refuerzo se acentúa, y es bueno no olvidar esta idea, debido a la educación machista que las propias madres transmiten en el hogar, donde los roles según el sexo se reparten desigualmente desde la misma niñez a favor de los varones. De este modo, la mitad al menos de la especie humana queda eliminada como elemento de cambio a causa de la presión masculino-machista.

El dominio sobre la mujer va unido al dominio sobre la Naturaleza y sus recursos, que se convirtió a todo lo largo del tiempo histórico en objetivos de las minorías entronizadas por la violencia, minorías organizadas al principio para sucederse a sí mismas de padres a hijos, con la cobertura religiosa como argumento moral, leyes a medida como instrumento que sustituyera a la justicia debida, y la exclusión social, la cárcel, el poder de la espada o el hacha del verdugo como garantía final, sin olvidarnos del supuesto Infierno del clero como castigo eterno.


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