La iluminación espiritual

Los usurpadores

Imagen; Los usurpadores; Patrocinio Navarro

USURPADORES O DEPREDADORES

No seamos usurpadores de la voluntad de nadie, ni siquiera de su tiempo.

Usurpar: Sustituir a alguien en una posición y ocuparla para provecho propio. Y otra acepción complementaria: apoderarse de un bien ajeno y disfrutarlo para sí utilizando violencia.

A lo largo de la historia pasada y presente hemos visto usurpaciones de todo tipo: de tronos, de gobiernos, de la personalidad y hasta de sexo. Ocupar militarmente un país para quedarse con sus recursos es un clásico; sucedió desde la antigüedad más remota en Oriente medio, Grecia, Roma, Cartago, invasiones árabes y turcas, las cruzadas, las guerras de religión, la conquista de las Américas, las guerras coloniales y neocoloniales y las dos guerras mundiales europeas, son buenos ejemplos de usurpaciones de toda clase.

Si tuviéramos que definir la historia de la humanidad tendríamos que decir que es la historia de las usurpaciones. Y si afinamos más aún podríamos decir: La historia de la humanidad es la historia de la usurpación del poder popular, del poder de las gentes sencillas por el poder de los ricos, y del poder de unos ricos por otros más poderosos.

Pondremos ejemplos: Presenciamos en este siglo las guerras en Irak, Palestina, Libia, Afganistán, Siria, Yemen… países todos ellos víctimas de una doble usurpación: la del poder popular por el de sus gobiernos y la de unos y otros por gobiernos invasores con mayor poder militar, como es el caso de los EEUU, Israel y sus aliados.

Con la premisa de voracidad instalada en el ADN del mundo, siempre hay alguien amenazado, porque además de la fuerza cuentan los usurpadores con un arma invisible pero efectiva: el miedo de las gentes, y el silencio cómplice de las religiones.

(Y una vez más)

Tomemos como ejemplo a la Iglesia católica. Sabemos que esta Iglesia es inmensamente rica, al nivel del país más rico del mundo. ¿Cómo se puede explicar semejante riqueza en manos de gentes que nunca trabajaron y que predican la virtud cristiana de la pobreza evangélica?... En un informe elaborado por los cristianos libres comprendemos por qué el Vaticano nada en oro hasta niveles que ni nos podíamos imaginar.(*)

La iglesia acompaña tradicionalmente su vileza de usurpadora con alguna excusa. Siempre hay una excusa para cualquier usurpador. Se puede robar o matar en nombre de Dios, como siempre hizo la Iglesia, o en nombre de los derechos humanos, del pueblo, o de la democracia, como hacen sus aliados, los estados modernos. Cuanto mejor suene la excusa como buena causa, espera el usurpador que será mejor visto y hasta justificado con el tiempo. Por suerte, antes o después cada uno se las tiene que ver con su conciencia.

EL USURPADOR ES UN DEPREDADOR

Observemos ahora la vida cotidiana. En la sociedad machista en la que vivimos, el matrimonio es vivido por muchos hombres como una toma de posesión de mujer para uso y diversión propia, y por eso a veces la mata porque era suya. ¿Y qué me dicen de los violadores? ¿No es acaso la violación un acto de usurpación violenta del cuerpo y de la voluntad de otra persona para el placer del violador?

Fingir ser buena persona para engañar a otro/a y quedarse con algo suyo es común en los negocios, la industria, la política, la Iglesia y las finanzas. Esos mundos están plagados de fingidores que pretenden beneficiarse de su prójimo con toda clase de argucias para quedarse con su dinero, sus propiedades, su libertad, su voluntad, y muchas cosas más. El usurpador es un depredador insaciable, pero este tipo de gentes son posibles porque construimos un mundo con materiales de uso tan común como la codicia, la envidia y el deseo de poder y reconocimiento.

Desear lo ajeno y arrebatar a otro su propiedad, su libertad, y hasta su vida en beneficio propio, son actos contra Dios, contra los semejantes y contra el progreso hacia una civilización. Civilización que tristemente aún está por llegar y con la que cada uno de nosotros tiene su parte de responsabilidad según nuestro mundo de deseos y nuestra forma de pensar, sentir, hablar y actuar de la que nadie más que nosotros/as es responsable. Al menos no seamos usurpadores de la voluntad de nadie, ni de sus bienes, ni de su libertad, ni siquiera de su tiempo. Seamos civilizados.

(*) Cristianos libres por el Sermón de la Montaña. Informe nº 2