La iluminación espiritual

Los rostros del futbol

EL FÚTBOL

El espectáculo mundial de masas sin parangón.

Si un espectáculo público levanta pasiones (y proporciona buenos negocios a algunos), sin duda es el fútbol. Ya sabemos esto de que el fútbol se ha convertido en un espectáculo mundial de masas sin parangón con cualquier otro. Y no es por casualidad, naturalmente. Si en el antiguo imperio romano, era el circo con sus gladiadores lo que arrebataba a las masas sedientas de sensaciones fuertes, en el Imperio del Orden Neoliberal el nuevo circo son los estadios, y los futbolistas los nuevos gladiadores. Bien es verdad que en algo hemos avanzado: no corre la sangre aunque a veces, sí y hasta se rompan huesos, aunque – menos mal- aquí nadie pide que se fusile al equipo que pierde un partido. Si acaso, sus partidarios lloran ante el regocijo de los partidarios del ganador. Y porque se trata de ganar, ni el perder ni el empatar son considerados buenos resultados. Como en la Bolsa, se trata de ganar; como en las empresas, se trata de ganar; como en las discusiones entre amigos o familiares, se trata de ganar. El ego tiene que triunfar sobre el ego de otros.

En muchas familias la gente se identifica con uno u otro de los equipos locales o nacionales; en las pausas del trabajo se habla largamente del partido del domingo, tanto del pasado como del que ha de venir; los niños llevan camisetas con el nombre y el número de su jugador favorito al que quieren imitar de mayores, y los amigos se reúnen en bares o domicilios para disfrutar juntos de los encuentros. La gente grita gol, insulta a los árbitros, sigue con avidez las jugadas próximas a un tiro a puerta, y los hinchas salvajes de los equipos se parten la cara en las calles como si se tratara de una guerra civil en miniatura. Ingentes medios policiales y medidas de seguridad son necesarias para evitar que la gente se mate dentro o fuera de los campos, o que lo haga un terrorista camuflado de hincha.

¿Cómo puede explicarse tal grado de pasión? ¿Cómo puede explicarse que 22 personas corriendo tras un balón para darle patadas hasta conseguir que encaje en una u otra de dos porterías desate tantas emociones? Porque el fútbol es una válvula de escape de las frustraciones y del dolor de las masas que necesitan alguna clase de catarsis. Antes era la religión, y ahora es el fútbol y el politiqueo. En estos campos se juega con las multitudes para que estas hallen un poco de solaz artificial y artificioso en sus duras existencias propiciando adherencias a grupos y personas que representen su propio afán de liberación que siempre supone el machacar a un contrario, aunque sea votando.

Millones de personas separadas por la geografía, el grado de bienestar, el modo de vida o la cultura, hallan en los goles de su equipo una especie de redención personal, una afirmación de sus valores, un aire vivificante sobre su dolor, y cada gol representa un triunfo personal proyectado en el jugador afortunado. Su triunfo es el triunfo de millones. Su bota golpeando el balón con éxito es el propio pie golpeando con éxito todo lo que le atormenta: la culminación feliz de una larga lucha llena de contrincantes, frustraciones y sufrimiento, y por ello cada gol es una victoria, SU personal victoria.

Sería difícil imaginar este deporte en una sociedad de gentes felices, donde nadie aspirara a ser mejor que nadie; donde nadie necesitara identificarse con un equipo deportivo para sentirse formar parte de una gran unidad, de una nacionalidad o, tener necesidad de asirse a un madero de náufrago existencial para sentirse satisfecho consigo mismo y con la vida. Hoy, sin embargo, estamos muy lejos de semejante estado de conciencia colectiva. La masa trabajadora,- la inmensa mayoría de la gente, que se ve expuesta a trabajos y privaciones incesantes, absurdas y desesperanzadoras que consumen su vida entera- sufre aún más al ser consciente de la escandalosa contradicción que existe entre lo que es y lo que debería ser, de acuerdo con sus convicciones….( sic)…Saben que están esclavizados, que están hundidos en la necesidad y en la oscuridad para servir al desenfreno de una minoría que les mantiene en el esclavismo….. (sic)…En la antigüedad, el esclavo creía que era esclavo por naturaleza, pero en cambio nuestros obreros, que se sienten como esclavos, saben que no deberían serlo, y por ello sienten la misma desesperación que Tántalo, condenado eternamente a desear y no recibir aquello que no solo podía ser suyo, sino que debía serlo. Los sufrimientos de las clases trabajadoras, causados por la contradicción entre lo que es y lo que debería ser, multiplican por diez su envidia y su odio, nacido de esta conciencia (León Tolstoi, en El Reino de Dios está en vosotros).

¿No es este, acaso, el campo de cultivo de todo lo que estamos analizando?

Sin embargo, y si es que el fútbol nos interesa de verdad- lo que confieso no es mi caso- podemos documentarnos bien para poder asistir a un partido como observadores objetivos de las cualidades técnicas de las jugadas, ser capaces de valorar el grado de compenetración de los equipos y la calidad del juego de unos y otros jugadores, el espíritu de sacrificio individual para favorecer el conjunto, la deportividad y las buenas maneras con el contrario sin importarnos quién gane o pierda, ni a qué nación o raza pertenece un jugador o un equipo. Eso y mucho más. No olvidemos que el fútbol es un negocio millonario donde siempre juegan millonarios; que cada jugador que corre tras el balón es un millonario que juega con otro grupo de millonarios para seguir ganando millones con nuevos fichajes, engordando su prestigio, su cachet y las cuentas corrientes de los organizadores, e incluso evadiendo los impuestos que tanto necesitan sus paisanos. Pero ¿a quién le importa eso? Millones de sus espectadores quisieran ser como ellos: ricos, fuertes y prestigiosos mientras se identifican con una bandera. Entonces vino alguien y pensó: hay cambiar el circo por los estadios, hay que seguir con la misma filosofía porque ya dio resultado con Nerón: separar, confrontar, desear que pierdan en todo lo de la vida los que no son como nosotros, anclar a la gente a falsas ideas sobre patriotismo, banderas y todo eso. Así que nos conviene tener la cabeza fría mientras observamos un partido para no dejarse arrastrar por los propósitos de otros ni por las emociones falsas. Sé que esto no es fácil para millones de personas, pero, qué vamos a hacer: a todo lo bueno le pasa lo mismo; en la vida, también hay que sudar la camiseta.