La iluminación espiritual

La trofología y la medicina natural

POR: MANUEL LEZAETA ACHARAN

Imagen; La trofología y la medicina natural; Manuel Lezaeta Acharan

MEDICINA NATURAL AL ALCANCE DE TODOS

El hombre se alimenta de lo que digiere y no de lo que come.

La trofología es la ciencia que nos enseña a cultivar o restablecer la salud mediante una alimentación adecuada a las necesidades de nuestro cuerpo. Saber alimentarse es condición indispensable para conservar y recuperar la salud.

En efecto, como higiene, la alimentación natural es medio seguro para evitar enfermarse pues todas las funciones orgánicas dependen de la calidad de la sangre, la cual es producto de la nutrición general y especialmente de la digestión.

Nuestro cuerpo es de la calidad de los alimentos que lo forman y mantienen. Así, una sangre nutrida por frutas crudas será fluida, vitalizada y alcalina, exenta de materias ácidas, pues aun las frutas más ácidas tienen una reacción alcalina en la sangre. Digerir alimentos es formar sangre, por tanto la digestión normal es fuente de sangre pura y la digestión anormal da origen a sangre impura.

Es común creer que la buena digestión consiste en desocupar el intestino todos los días, sin embargo, esto no prueba la asimilación de los alimentos sea normal, pues a pesar de la buena eliminación, puede existir fermentaciones pútridas en el vientre envenenan la sangre y alteran funciones orgánicas.

Igualmente la asimilación intestinal puede ser más normal, pero la evacuación de los residuos y tardía. Las malas digestiones tienen, pues, dos manifestaciones: mala asimilación o mala eliminación. Naturalmente, en casos más graves pueden combinarse ambas anomalías.

La digestión normal se manifiesta por un buen procesamiento y asimilación, con excrementos abundantes, inodoros, cilíndricos y de color bronceado con una frecuencia de dos veces al día, en la mañana y en la tarde. Una sola evacuación en el día es insuficiente porque demuestra que los residuos de la digestión y la bilis han sido retenidos más de veinte horas en el cuerpo.

Cuando se nos presenta un enfermo no le hacemos pregunta alguna ni oímos sus quejas, pues el enfermo es el que menos sabe lo que tiene. Examinando el iris de los ojos descubrimos no solo el estado de su organismo y las causas de sus desarreglos, sino la historia de su vida y de la de sus progenitores, como lo explica mi obra El iris de tus ojos revela tu salud

El enfermo no sabe lo que tiene porque, insensible y progresivamente va perdiendo el control de su salud; además, cree que no hay enfermedad sin dolor y, si no siente dolores en su cuerpo, se cree libre de todo mal. Hay personas que se jactan de poder comer de todo sin que nada le haga mal, pues no sienten nada por más desarreglos que haya en su organismo.

Sin embargo, ellos han conocido personas que sin tener que haber estado nunca en cama, de pronto un día cayeron fulminadas por una muerte repentina. Como el dolor es una defensa orgánica, representa actividad vital, de tal modo que cuando se puede hacer una vida desarreglada, suele suceder que la sensibilidad del organismo está embotada por intoxicación, característica del enfermo crónico.

De los alimentos, clase, cantidad y combinación

El valor nutritivo de un alimento no está en su composición química, sino en su grado de digestibilidad. El alimento indigesto, en lugar de nutrir intoxica. Hoy en día está de modo la sobre alimentación como tratamiento fortificante. Pues bien, éste es un error más de la medicina medicamentosa, porque el organismo solo aprovecha lo que digiere y no lo que come.

Está demostrado que el único régimen fortificante es el que asegura una buena digestión, la cual depende, en primer término, de la temperatura del tubo digestivo.

Las otras condiciones indispensables a una buena digestión son:

Comer alimentos adecuados en calidad y cantidad y combinados de manera conveniente. La sabia Naturaleza ha dotado a todos los seres de los medios necesarios para subvenir a sus necesidades sin recurrir a artificios y así nutrirse adecuadamente. Vemos que el animal carnívoro tiene instinto sanguinario y traicionero del cazador que acecha a su presa en la oscuridad, para, dar un zarpazo, caer sobre la confiada y desprevenida víctima.

Las jirafas, cuyo alimento son las hojas de los árboles, poseen cuello extremadamente largo. Las morsas y focas marinas están armadas de colmillos en forma de fuertes ganchos, para con ellos arrancar de las rocas los moluscos que son su alimento adecuado.

El hombre, como los monos, está dotado de manos con dedos largos y uñas planas, que le permiten cogerla fruta de los árboles para llevarla a su boca, porque, digámoslo de una vez, el hombre, como el mono, dado los órganos que posee para coger, masticar y digerir sus alimentos, es frugívoro. O sea, que está destinado por la Naturaleza a alimentarse solo de frutas y semillas de árboles en su estado natural.

Los animales carnívoros poseen hocico con boca rasgada que les permite introducirlo en los músculos y vísceras de sus víctimas; el hombre carece de estas características y su boca, más pequeña y más entrante que la nariz, no le permite llevar al estómago otros alimentos que los que puede coger con sus manos, como las frutas y las semillas.

La dentadura del hombre carece de los colmillos afilados y las muelas cortantes del animal carnívoro y posee muelas planas triturantes como las del mono. Si la carne fuera un alimento natural y adecuado para el hombre, éste la comería tal como la ofrece el cadáver, sin necesidad de transformarla en la cocina, que engañando nuestro sentidos y traicionado nuestras necesidades, se convierte en laboratorio de dolencias.

El estómago del hombre carece de los ácidos adecuados que posee el animal carnívoro para digerir las carnes; pero, por degeneración, llega también a producir excesos de ácidos, cuando a este órgano se le habitúa a digerir carnes.

Esta producción anormal de ácidos ataca las mucosas estomacales destinadas a soportar las reacciones alcalinas que produce la digestión de frutas, originando úlceras y degeneración de tejidos.

Como las carnes materias de fácil descomposición con el calor, los animales carnívoros están dotados de unos intestinos más corto que el de los que se alimentan de hierbas y frutas, a fin de evitar los residuos tóxicos de la carne permanezcan en el vientre y envenenen el organismo.

El intestino del hombre, destinado a comer productos vegetales y, especialmente, frutas y semillas, es extremadamente largo comparado con el de los animales carnívoros, de manera que los residuos de las carnes permanecen en el cuerpo mayor tiempo que el que se necesita para evitar reabsorción de las toxinas propias de la alimentación cadavérica.

La leche de vaca u otro animal, constituye alimento inadecuado para el hombre, por cuanto este producto lo da la Naturaleza a la hembra para alimentar a su cachorro. Si es tolerable por excepción en la alimentación de los niños, en los adultos es siempre tóxica, pues se descompone fácilmente con el calor intestinal y da origen a fermentaciones pútridas con la producción del venenoso ácido láctico.

Sin embargo, la cuajada de leche, el quesillo fresco y el yogur son alimentos sanos y recomendables para los niños, y deben adoptarse en lugar de la leche y otros sustitutos industriales. Las vacas de lechería son más o menos enfermas debido a que, al exagerar artificialmente la función láctea, se debilitan las otras funciones de su organismo.

La leche para nutrir debe ser succionada directamente de las glándulas lácteas, pues en contacto con el aire se descompone y se hace tóxica e indigesta. El hombre es el único ser que en la edad adulta y aun en su vejez consume leche y aun producida por animales de otra especie y, lo que es peor, desnaturalizada por el fuego de la cocción.

Mientras que los animales que viven libres, guiados por su instinto, se alimentan adecuadamente y así viven sanos, el hombre, degenerando su instinto, no sabe escoger los alimentos adecuados a sus necesidades, ni buscar su mejor calidad, ni tampoco calcular su cantidad. Como hemos dicho antes, ésta es la causa principal de sus dolencias. Tengamos siempre presente que el alimento más nutritivo es el que se digiere más fácilmente y, para el hombre, éste lo constituyen las frutas, las semillas de árboles y las ensaladas de hojas, tallos y raíces.

Alimentos que refrescan y alimentos que afiebran

Según mi Doctrina Térmica, los alimentos se dividen en dos grupos:

Alimentos que refrescan y alimentos que afiebran el aparato digestivo. Los primeros son los que se comen crudos en su estado natural, como frutas, semillas de árboles, tallos, hojas verdes y algunas raíces. Todo alimento cocido, puesto que exige un prolongado esfuerzo digestivo, congestiona las mucosas del estómago, elevando así su temperatura. Esta fiebre interna se agrava con los alimentos cadavéricos e industriales, con las bebidas alcohólicas y los condimentos.

Esto lo demuestra el pulso, pues cuando se come fruta cruda no tiene variación, mientras que si se trata de alimentos cocinados, conservados y condimentados, el número de pulsaciones por minutos aumenta revelando el incremento de la temperatura interna.

En las frutas y semillas se concentran todos los dones y energías de la Naturaleza. Desde que se abre la flor del árbol, los azahares nos atraen y embelesan con su incomparable perfume. Junto con caer los primeros pétalos de la flor empieza a desarrollarse el fruto, en un proceso tan prolijo y lento, que solo puede compararse a la gestación del hombre en el vientre materno:

Nueve meses se tardan las naranjas en gestarse para ofrecerse al hombre como alimento digno de su linaje en la creación. Durante largos meses la fruta recibe y acumula la savia del árbol extraída de los materiales más escogidos de la tierra. También, durante la mayor parte del año la fruta acumula todas las energías de la atmósfera y especialmente fuerzas eléctricas y magnéticas.

¿Qué puede necesitar el organismo humano que no contengan las frutas y semillas, productos en que la naturaleza ha puesto todas sus galas y concentrado toda su savia y acumulado sus energías?

La falsa ciencia que abdica de la razón deriva sus conocimientos de observaciones a través del microscopio, de reactivos de laboratorio y de aparatos, ha falseado el criterio del hombre con teorías artificiales y erróneas como las de calorías, albúminas, vitaminas y otras, fundadas en la química orgánica, tan oscura e impenetrable. Según esta ciencia de laboratorio, es preciso dosificar la ración alimenticia de cada persona para producir calor adecuado en los anémicos, carnes y gordura en los flacos, adelgazar a los gordos, etc.

Sin embargo, vemos que una vaca que produce carnes, cueros, pelos, grasas, leche, albúminas, etc., come un solo alimento: el pasto que crece en pocos días de calor y humedad y cuyas raíces solo penetran unos centímetros en la tierra.

El laboratorio del organismo animal tiene misterios impenetrables que solo pueden descifrarse observando a la Naturaleza que poseemos y nos rodea. Muchos piensan que el alimento de la fruta es insuficiente porque al poco rato de haberlo ingerido sienten nuevamente necesidad de alimentarse.

En cambio, un plato de carne o de fréjoles deja satisfecha a la persona durante largas horas. Eso se explica porque frutas y semillas son digeridas y asimiladas sin esfuerzo, sin dejar residuos malsanos. En cambio, un trozo de carne o un plato de fréjoles obligan a un trabajo prolongado que hace que el individuo se sienta repleto durante cuatro o más horas que dura la digestión, o, más bien, la indigestión.

Este proceso de indigestión es lo que lastimosamente se confunde con una alimentación suficiente. Pero en este caso hay un doble desgaste de fuerzas: energías consumidas en la laboriosa tarea digestiva y energías gastadas en expulsar los residuos malsanos de esa nutrición inadecuada.

En cambio, las frutas, ensaladas y semillas de árboles, puesto que no imponen esfuerzo al aparato digestivo, permiten comer a cada rato sin peligro de indigestión. Pasando a otro aspecto del tema, recordemos que el tubo digestivo empieza en la boca, por lo tanto, ahí se inicia la digestión, que continúa en el estómago y los intestinos.

La conveniente masticación de los alimentos y su mezcla con la saliva, o insalivación, es la base de una buena digestión, pues no se le puede pedir al estómago que realice una tarea que corresponde a la boca. La masticación apresurada e incompleta y la insuficiente insalivación son causa de trastornos en el estómago pues se impone el penoso trabajo de procesar alimentos mal preparados.

Esto nos señala la importancia de tener una dentadura sana, la que se destruye por desarreglos digestivos. Los dientes o muelas cariados deben ser tapados o, si es necesario, extraídos.

Aun cuando la intervención del dentista no es natural ni necesaria, viviendo fiel a las leyes naturales, su labor se vuelve imprescindible para evitar la total destrucción de la dentadura enferma y para extraer muelas o dientes inservibles, focos de putrefacciones que envenenan la sangre.

Nuestro organismo depende de tal manera de la nutrición y de la digestión que aun la forma de nuestro cuerpo será normal o anormal según sea la calidad de los alimentos. Los alimentos apropiados al hombre se desdoblan en dos clases de productos: unos asimilables, que el organismo aprovecha, y otros de desecho, que son expulsados sin dejar impurezas en la sangre.

No sucede lo mismo con los alimentos impropios para la nutrición, como la carne, que absorbida en su mayor parte, se aprovecha de manera incompleta y deja materias extrañas, sustancias muertas, en nuestro cuerpo. En su esfuerzo defensivo, el organismo poco a poco va acumulando estas materias que cambian la forma del cuerpo.

Kuhne ha utilizado el conocimiento de esto para crear el diagnóstico por la expresión del rostro. Cuando un enfermo practica mi régimen de salud, empieza por perder peso y volumen, porque el organismo expulsa materias extrañas acumuladas por mala nutrición y deficientes eliminaciones.

A medida que se restablece la normalidad, el enfermo va recuperando su peso y sus formas, pero ya con materiales sanos, provenientes de una nutrición normal. Se pierde peso muerto y se recupera peso vivo y así se restablece la salud por renovación orgánica.

Las frutas frescas o secas, como higos, pasas, ciruelas, etc., o las semillas de los árboles, como nueces, almendras, avellanas, etc., y las ensaladas de lechuga, col o repollo, apio u otra similar, deben constituir nuestro único desayuno en toda época, cuidando de no mezclar ensalada con fruta, ni nueces o almendras con frutas dulces. Los niños deben preferir las semillas de árboles y la miel de abeja en invierno.

A continuación damos una lista de las propiedades de algunos frutos:

En resumen, la fruta consumida en cantidad y juiciosamente escogida, es al mismo tiempo alimento y medicina insustituible. Además, también los tomates y las aceitunas, al igual que las calabacitas, las calabazas, los pepinos y las berenjenas, entran en la categoría de las frutas.

En el orden de los alimentos adecuados al hombre, vienen después las hojas verdes, como coles, tallos y pencas de cardo, col alcachofas, coliflor, acelgas, espinacas, apio, etc. Raíces como nabos, rábanos, salsifíes, zanahorias, betabel, papas, echalotes, hinojos, espárragos, etc. La mayoría de estos pueden comerse crudos, y los otros pueden cocerse al vapor, sin perder el agua del cocimiento en la que se pueden preparar sopas de pan tostado, avena, etc.

Hay otros alimentos provenientes del reino vegetal que, sin presentar los graves inconvenientes de las carnes, sin embargo debe limitarse su uso debido a que son difíciles digerir. Estos son los granos en general y especialmente los farináceos secos, como fréjoles lentejas, garbanzos, chícharos, habas, etc.

En su estado fresco o verde estos productos son siempre recomendables, pero una vez secos son indigestos y favorecen fermentaciones malsanas. Estos inconvenientes no se presentan en las personas que hacen vida activa al aire libre, como el labrador del campo. Para los enfermos, especialmente si guardan cama, son especialmente nocivos.

El trigo, maíz avena, centeno, etc., son más digestibles, pero su uso debe ser moderado y prepararse mezclados con verduras. En su estado verde son sanos y adecuados a toda persona. El trigo germinado es un alimento muy recomendable mezclado con ensaladas de hojas verdes.

Se prepara humedeciendo los granos de trigo hasta que aparece el brote. En estas condiciones se agrega a las ensaladas en proporción de una o dos cucharadas soperas. Aquí tenemos mejores vitaminas que no pueden preparar los laboratorios. Las harinas finas y las masas y las pastas como los tallarines son más o menos indigestas, y para evitar ese inconveniente deben mezclarse con hojas verdes y hortalizas en general.

El pan blanco es un alimento nocivo como base de nuestras comidas y deben usarse con moderación y mejor tostado. El pan de trigo integral es recomendable siendo bien cocido y tostado también. En lugar de leche, recomendamos la cuajada, panela o quesillo fresco y el yogur que constituye un sano alimento para los niños.

Azúcar de fábrica y dulces que se preparan con ella están entre los productos más nocivos para la salud, pues favorecen fermentaciones ácidas del aparato digestivo y producen acidosis en la sangre. La miel de las abejas no tiene el inconveniente del azúcar de fábrica porque es rápidamente incorporada a nuestro cuerpo, en donde es fuente de calor y energía muscular.

En invierno la miel de abeja debe ser plato favorito de los niños, especialmente mezclada con papas, calabazas o camotes asados. El huevo, siempre que sea bien duro y picadito, en combinación con ensaladas o acompañando un plato de hojas verdes cocidas al vapor, es buen alimento y fácil digestión; en esta forma lo recomendamos especialmente para los niños.

Chocolate, cacao, té, café y mate son productos que estimulan y excitan sin nutrir y deben desecharse de nuestra alimentación. Todos los condimentos como la sal, la mostaza, el Chile la pimienta, etc., son siempre perjudiciales para la salud pues sus efectos en las mucosas es análogo al latigazo que inflama la piel.

El abuso del pulque, de la cerveza, del vino o el tequila produce irritación en las parees del estómago e intestinos y lleva a la degeneración de sus tejidos. El queso viejo es indigesto y favorece la artritis pues produce ácido úrico y acidosis de la sangre. El queso fresco debe ser comido con moderación pero no cuando se está enfermo, menos aún estreñido.

El pescado de fácil putrefacción, en estado fresco es preferible a la carne roja. La carne de las aves en general es también menos perjudicial que la de res, vaca o cordero, pero siempre es nociva para la gente enferma. Más perjudicial que todas las carnes es el caldo de carne o de ave, pues constituye un producto excrementicio análogo a la orina; la orina es lavado de la carne viva del cuerpo, y el caldo es el lavado de los despojos cadavéricos de un animal que empieza su descomposición.

Aprovecharemos la ocasión para hacer notar que la costumbre de dar caldos de pollo a las madres que acaban de dar a luz es completamente errónea. Con la alimentación tóxica recibida, la madre elabora leche impura que empieza a someter el estómago e intestinos de su hijo a un trabajo anormal y laborioso que inicia irritación crónica de su tubo digestivo.

La dieta de las madres que acaban de alumbrar debe ser únicamente fruta cruda de la estación o, a lo menos, ensaladas con nueces o huevo duro picado. Con este alimento vivo y puro se formará a leche, sana nutritiva y purificadora. Las grasas animales deben desterrarse de nuestra alimentación y las nueces y aceitunas nos pueden dar grasa pura y viva.

El aceite de oliva debe comerse crudo y usarse para condimentar las ensaladas o los vegetales cocidos al vapor. Los ácidos como el vinagre y productos escabechados son perjudiciales pues acidifican la sangre. En su lugar es preferible el jugo de limón, pero no se le debe mezclar con las féculas de pan y el almidón de las papas.

El jugo de limón, además de sus vitaminas, posee la propiedad de purificar el intestino, siendo muy provechoso tomarlo en ayunas, especialmente cuando se sufre de artritis. La sal es irritante y el cuerpo debe expulsarla. De aquí que la orina, el sudor, las lágrimas y todas nuestras secreciones sean saladas.

Debemos comer los alimentos a la temperatura normal de nuestro cuerpo tanto lo frió como lo caliente producen congestión de la mucosa estomacal. Los helados y nieves son nocivos porque afiebra el aparato digestivo debido a la reacción de calor que despiertan en la mucosa.

Finalmente, las energías acumuladas en los alimentos crudos se absorben sobre todo en la boca. Las féculas y almidones deben transformarse en glucosa mediante la insalivación calmada, pues de otro modo se producen fermentaciones ácidas en el estómago. De aquí la necesidad de masticar con calma y cuidadosamente, evitando que los alimentos lleguen al estómago con demasiada frecuencia. Aun el agua y los líquidos deben beberse a pequeños sorbos.

Combinaciones alimenticias

Con alimentos naturales, buena insalivación y calmada deglución todavía no se asegura el éxito completo del proceso digestivo, pues hay alimentos que mezclados con otros producen mala combinación, dando lugar a subproductos tóxicos, lo que puede suceder aun con las frutas.

Así, frutas aceitosas y frutas dulces en una misma comida, no se digieren bien porque los aceites al mezclarse con los azucares producen fermentaciones alcohólicas, recargando la sangre de productos nocivos.

Proceso análogo ocurre con frutas ácidas mezcladas con almidones, como naranjas con pan, en este caso los ácidos, impidiendo el desdoblamiento normal de los almidones en maltosa y glucosa, originan fermentación ácida, que favorece la acidificación de la sangre. También es perjudicial mezclar frutas dulces con ácidas. En cambio, las frutas ácidas combinan bien con las aceitosas, comiendo primero las ácidas: naranjas con nueces.

Las frutas dulces jugosas combinan bien con los almidones que contienen las castañas, plátanos y piñones. Papas con cereales como trigo, maíz, arroz avena, etc., no se llevan porque la fécula de la papa no se digiere junto con el almidón de los cereales, así que el que ha sido procesado primero debe esperar la digestión del otro, produciendo fermentaciones malsanas en ese tiempo.

Por la misma razón no se debe mezclar la leche con huevos en la misma comida. No se deben comer juntos alimentos de naturaleza opuesta, como sales minerales con ácidos y azúcares. Es por esto que las hortalizas, ricas en sales, no deben combinarse con frutas, ricas en ácidos y azúcares.

Finalmente, las aceitunas o aceites no se llevan con frutas dulces o secas (azúcares), pues producen fermentaciones alcohólicas. A continuación exponemos algunos ejemplos de combinaciones buenas y malas.

Lo que no debe combinarse:

Para evitar los inconvenientes de las malas combinaciones, la mejor regla será simplificar cada comida a uno o dos productos, variados éstos en las diversas comidas del día o mejor cada día, para proporcionar al organismo los variados materiales que necesita y que son azúcares, albúminas (pocas para los adultos), hidratos de carbono y sales minerales.

Otro factor que interviene en la digestión es la cantidad. La regla general es que jamás se debe comer sin hambre y que toda comida debe terminarse dejando algún deseo por satisfacer pues nos alimentamos de lo que el cuerpo asimila y no de lo que introducimos en exceso.

Finalmente, otra condición de una buena digestión es la tranquilidad nerviosa y, para obtenerla, debemos evitar disgustos y preocupaciones, antes, durante e inmediatamente después de las comidas.

Resumiendo lo expuesto en este capítulo tenemos:

  1. La digestión es la base del proceso vital y, cuando es buena, asegura la salud del individuo, siendo todas dolencias efecto de malas digestiones, agudas o crónicas. En los excrementos compactos, inodoros, abundantes y de color bronceado, tenemos un exponente de buena digestión.
  2. Todo régimen curativo debe dirigirse a normalizar la digestión, como camino obligado para volver a la salud.
  3. La digestión requiere:

    1. a) temperatura normal del tubo digestivo.
    2. b) alimento adecuado a base de frutas crudas, semillas y ensaladas.
    3. c) comer con hambre.
    4. d) insalivación completa y calmada deglución.
    5. e) simplificar en cada comida los manjares, evitando las malas combinaciones de alimentos.
    6. f) ser sobrios, cuidando de no llenar el estómago en exceso, y
    7. g) comer con ánimo tranquilo y alegre.

Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento, es el lema para curar a los enfermos por la alimentación natural ya que se enfermaron por mala nutrición. Saber nutrirse es la mejor higiene y también es la ciencia de restablecer la salud de los enfermos. Incluso se llega a exponer que él solo régimen alimenticio es suficiente para curar todas las dolencias llegando a hacer innecesaria y perjudicial la aplicación de baños fríos y de vapor.

Pero como el organismo enfermo generalmente no tiene las energías para remover las acumulaciones de materias nocivas largamente retenidas, en esos casos se hace necesario estimular la naturaleza y secundar su obra purificadora por medio del conflicto térmico a que se somete a la piel.

Por otro lado, ni aun con una alimentación intestinal adecuada se evita en la ciudad enfermarse, pues la nutrición pulmonar está maleada con aire impuro, y la nutrición cutánea sufre por la falta de ventilación a causa de ropas ya abrigos, lo que hace que estemos diariamente impurificándonos por mala nutrición y deficientes eliminaciones.

En estas condiciones es preciso activar los pulmones con frecuentes respiraciones profundas y hacer más enérgicas las funciones las funciones la piel, exponiéndola un momento cada día a la acción tónica y fortificante del frío del aire o del agua para que, en conflicto térmico, se despierte la reacción nerviosa y circulatoria. También es necesario favorecer las eliminaciones por la piel con mi Lavado de la Sangre cada día en hombres y mujeres de más de cincuenta años.


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