La iluminación espiritual

El intelecto nuestro y dios

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; El intelecto nuestro y dios; Patrocinio Navarro

A Dios no se le puede pensar

Dios no es un objeto al que la mente pueda acceder; no es objetivable, ni, por tanto, accesible a través de la razón. Ni un teólogo, ni un filósofo o un científico disponen de las herramientas para acceder a Dios con sus argumentos o sus exploraciones materiales. Del mismo modo que un músico que toque un trombón no puede interpretar música de violín, para acceder a Dios hay que tocar el instrumento adecuado que no es precisamente la mente, sino el corazón.

El corazón del alma

Y al decir corazón no me refiero al corazón físico, que tampoco sirve, sino al corazón del alma, al pulso de la vida interna, al que es capaz de sentir la belleza de una rosa, de un amanecer o de un crepúsculo; de sobrecogerse ante el Réquiem de Mozart o ante una erupción volcánica o una catarata formidable; de reír como un niño jugando con los niños, de compartir la vida con amor con quienes están a tu alrededor o lejos, y tantas cosas más. Todo eso no está en el intelecto, todo eso no es racional ni irracional. Se trata de otro tipo de lenguaje que no se puede enseñar, con el que no se puede polemizar.

Está en tu registro o no está

Lo mismo que sucede con la voz de un cantante, no es igual el registro de un bajo que el de un barítono o el de una mezzosoprano. Cada registro tiene su identidad y sus límites. El bajo no podrá imitar a la soprano, ni ésta al barítono. Cada uno tiene su propia vibración, sus propias cualidades y posibilidades y sus propios límites. Pero tienen algo en común: cantan y expresan belleza. La posibilidad de cantar es algo físico, está en las cuerdas vocales. La capacidad de leer la partitura es algo físico y mental. Pero ¿De dónde la belleza? Si decimos que del corazón, ¿a qué parte nos referimos? ¿A las aurículas? ¿A los ventrículos? ¿ A alguna de las arterias?...

La belleza surge en el alma

Lo mismo que en el ejemplo de los cantantes de ópera, cada alma tiene sus propias cualidades, su propia vibración, su particular sensibilidad con la que capta todo aquello que es inmaterial, abstracto, no racional ni irracional. En una palabra: lo que simplemente ES. Por eso hay almas que captan a Dios, que simplemente ES. Y eso depende de la propia evolución interna. Por tanto, negar a Dios es negar a lo que Es en sí, a la esencia de lo que se manifiesta ante nosotros y que identificamos en nuestro corazón emocional, en el alma, como belleza, emoción, alegría, amor y tantas cosas más.

El vacío

Para un intelectual, todo esto son palabras. Dios es una palabra vacía. Nadie podrá llenarle ese vacío con argumentos, Es difícil convencer a un ateo de que Dios no es el diosecillo de las Iglesias y las religiones; ese sujeto del que hay que desconfiar porque o no interviene en nuestros asuntos, o protege a los poderosos, o nos castiga con alguna desgracia. Me alegro de que no crean en ese dios. Yo tampoco. Pero a cada persona le llega en la vida un momento en que siente el vacío de Dios, en que cae en la cuenta de que no es posible que el sentido de la vida sea esto que se nos ofrece por el mundo como el sentido de la vida: estudiar, trabajar, casarse, tener familia, educar a los hijos, ser un ciudadano homologable, y largo etc. Y llega un momento en que uno se halla perdido y se pregunta en qué clase de bucle se halla. Llega un momento en que uno siente que vivir no puede ser algo tan pobre y de tan corto alcance que termina con la muerte, y con ella la vida misma.

Crisis existencial y Descubrimiento

Es entonces cuando se produce para muchos una seria crisis existencial que les lleva a iniciar su personal travesía de búsqueda, que es una búsqueda de su propio ser, de saber quién es realmente, que no es el que hace el papel que se ve forzado a interpretar en el teatro de la vida, sino que quiere saber cómo se hace el guión de la propia, qué instrumentos hacen falta y hacia dónde le conduce su uso. Entonces suele abandonar las religiones, desconfiar y desvincularse de la política, cesar de distraerse de sí mismo y prestar más atención a la vida tal como es y no tal como la interpretan los intelectuales que triunfan en los estrados, en las cátedras y catedrales, en las tertulias o en las librerías. Y un buen día aquel que no veía a Dios en ninguna parte Le descubre en su interior y a partir de entonces Le ve en todo y en todos. Puede que esto lleve una vida entera; puede que varias existencias. Eso nunca se sabe. Cada cual es dueño de su alma y dispone sus ritmos, pero cuando se llega a la sensación de Dios, ya no es posible regresar al hombre viejo que fuimos sin sentirse fracasado, frustrado, y necesitado de regeneración.


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