La iluminación espiritual

Este es el Dios o naturaleza de Spinoza

POR: BARUCH SPINOZA

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DIOS O NATURALEZA

Aquel ser eterno e infinito que llamamos Dios o Naturaleza.

La esencia infinita de Dios, y su eternidad, son conocidas por todos. Y si los hombres no tienen de Dios un conocimiento tan claro como el que tienen de las nociones comunes, se debe a que no pueden imaginarse a Dios como imaginan los cuerpos; y a que unieron el nombre Dios a imágenes de cosas que suelen ver. Lo que difícilmente pueden evitar, pues los hombres son continuamente afectados por los cuerpos exteriores

HAY QUIEN SE IMAGINA A DIOS A SEMEJANZA DEL HOMBRE

Hay quien se imagina un Dios a semejanza del hombre, compuesto de cuerpo y alma, y sometido a pasiones. Prescindo de la opinión de estos hombres, porque todos los que han examinado de algún modo la naturaleza divina, niegan que Dios sea corpóreo. Lo cual prueban muy bien, ya que por cuerpo entendemos cualquier cantidad de materia larga, ancha y profunda, limitada según cierta figura, y nada más absurdo que eso pueda decirse de Dios, o sea, del ser absolutamente infinito.

Sin embargo, al mismo tiempo, se esfuerzan por demostrar esto mismo con otras razones, manifestando claramente que ellos consideran la sustancia corpórea o extensa (materia) como separada por completo de la naturaleza divina, y sostienen que ha sido creada por Dios. Pero ignoran totalmente con qué potencia divina ha podido ser creada, lo que pone de manifiesto que no entienden lo que dicen

Cuando usted dice, además, que si niego que se den en Dios eminentemente los actos de ver, oír, atender, querer, etc., no entiende usted qué Dios admito yo, sospecho que usted cree que no hay mayor perfección que la que puede expresarse con los mencionados atributos. No me extraña esto, porque creo que el triángulo, si tuviera la facultad de hablar, diría eso mismo, que Dios es eminentemente triangular, y que el círculo diría que la naturaleza divina es circular de modo eminente; y por el mismo motivo, todo el mundo atribuiría a Dios sus atributos y se haría similar a Dios y el resto le parecería deforme

LAS ESCRITURAS NO PRETENDEN HACER SABIOS A LOS HOMBRES, SINO OBEDIENTES

Además, quisiera advertir aquí que, cuando hablamos en cuanto filósofos, no debemos usar expresiones de la teología. Pues como la teología suele representar, y no sin razón, a Dios como un hombre perfecto, en teología es coherente decir que Dios desea algo, o que Dios se ofende con las obras de los impíos, mientras que se complace con las de los piadosos.

En filosofía, en cambio, como vemos claramente que atribuir a Dios aquellos atributos que hacen al hombre perfecto es tan impropio como si atribuyéramos al hombre aquellos que hacen más perfecto a un elefante o a un asno, estos términos y otros por el estilo no tienen cabida aquí ni cabe emplearlos sin confundir al máximo nuestros conceptos. Por tanto, en términos filosóficos, no se puede decir que Dios pide algo a alguien ni que algo le es molesto o agradable. Pues todos estos son atributos humanos que no tienen lugar en Dios

Ni creo que sea necesario advertir aquí que, cuando la Escritura dice que Dios se enoja con los pecadores y que El es juez que conoce, decide y juzga las acciones de los hombres, habla al estilo humano y conforme a las opiniones vulgarmente aceptadas, porque no es su propósito enseñar filosofía ni hacer a los hombres sabios, sino obedientes

POR QUÉ DISGUSTA A LOS PREDICADORES LA OPINIÓN DE SPINOZA SOBRE DIOS

Y para que usted sepa qué contiene esta obra mía, que pueda disgustar a los predicadores, le diré que muchos atributos que ellos, y todos cuantos yo conozco, atribuyen a Dios, yo los considero como creaturas; y al revés, otras cosas que por sus prejuicios, ellos consideran como creaturas, yo defiendo que son atributos de Dios y que ellos los han entendido mal. Y además, yo no separo a Dios de la naturaleza tanto como lo hicieron todos aquellos de que tengo noticia

Sobre Dios y la naturaleza, sostengo una opinión muy distinta de aquella que suelen defender los modernos cristianos. Afirmo, en efecto, que Dios es causa inmanente, como se dice, de todas las cosas y no transitiva; aún más, que todas las cosas están en Dios y se mueven en Dios, lo afirmo yo con Pablo y quizá también, aunque de otro modo, con todos los antiguos filósofos e incluso, me atrevería a decir, con todos los antiguos hebreos, en cuanto se puede deducir de algunas tradiciones antiguas, pese a sus innumerables adulteraciones.

No obstante, cuando algunos piensan que el Tratado teológico-político se basa en que Dios y la naturaleza (por la cual entienden cierta masa o materia corpórea) son una y la misma cosa, están totalmente equivocados

Por Naturaleza naturante (productora) debemos entender lo que es en sí y se concibe por sí, o sea, los atributos de la sustancia que expresan una esencia eterna e infinita, esto es, Dios, en cuanto considerado como causa libre.

Por Naturaleza naturada (producida), en cambio, entiendo todo aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios, o sea, de cada uno de los atributos de Dios, esto es, todos los modos (infinitos y finitos) de los atributos de Dios, en cuanto considerados como cosas que son en Dios, y que sin Dios no pueden ser ni concebirse

NO PODEMOS IMAGINAR A DIOS, PERO SÍ ENTENDERLO

No podemos imaginar a Dios, pero sí entenderlo. Además, yo no digo que conozco totalmente a Dios, sino que entiendo algunos atributos suyos, pero no todos ni la mayor parte, y es cierto que el ignorar su mayor parte no impide conocer algunos de ellos. Cuando estaba aprendiendo las matemáticas de Euclides, entendí primero que los tres ángulos del triángulo son iguales a dos rectos y percibí claramente esta propiedad del triángulo, aun cuando ignoraba otras muchas

En cuanto a saber qué es Dios o aquel modelo de verdadera vida: si es fuego, espíritu, luz, pensamiento, etcétera, no concierne en nada a la fe; como tampoco, en qué sentido es modelo de verdadera vida: si porque tiene un espíritu justo y misericordioso o porque todas las cosas son y actúan por él, y, por consiguiente, también nosotros entendemos por él y por él conocemos lo que es verdaderamente justo y bueno. No importa que defienda cada uno sobre todo esto.

Tampoco concierne en nada a la fe si uno cree que Dios está en todas partes según la esencia o según el poder; que dirige las cosas por su libertad o por la necesidad de su naturaleza; que prescribe las leyes como un príncipe o las enseña como verdades eternas; que el hombre obedece a Dios por la libertad de su voluntad o por la necesidad del divino decreto; que, finalmente, el premio de los buenos y la pena de los malos es natural o sobrenatural.

Estas cosas y otras mil, repito, no importa, para la fe, cómo las entienda cada uno, a condición de que no saque de ahí ninguna conclusión que le dé mayor licencia para pecar o que le haga menos obediente a Dios.

La fe no exige tanto la verdad como la piedad, y, por consiguiente, nadie es fiel más que por la obediencia. Por tanto, quien muestra la mejor fe, no es necesariamente quien muestra las mejores razones, sino quien muestra las mejores obras de justicia y caridad.

Cuán saludable y necesaria sea esta doctrina en el Estado para que los hombres vivan pacíficamente y en concordia, y cuántas y cuán grandes causas de perturbaciones y crímenes evite, lo dejo al juicio de todos


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