La iluminación espiritual

En el ojo del huracán

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; En el ojo del huracán; Patrocinio Navarro

EL HURACÁN SOCIAL

Profundos cambios han ido alterando a lo lago del siglo XX nuestro modo de pensar y vivir, y aún se suceden vertiginosamente. Cambios que tienen sus raíces en la economía y los avances tecnológicos, así como en las presiones mediáticas ejercidas de un modo apretantemente inocuo y casi invisible por los medios de comunicación convertidos en medios de formación programada tendentes a uniformar las mentes, incitar al consumo, justificar a los poderes que los financian y al propio Poder en sus diversas modalidades. Estos cambios apuntan hacia la totalidad del ser y del existir y afectan a todo el género humano tanto en su dimensión individual como en sus manifestaciones sociales. A veces son propulsados directamente desde las élites del Poder para fortalecer sus propias estructuras, eliminar enemigos y renovar aquellos aspectos que le interesan. En otros casos, los cambios resultan como consecuencia de lo anterior. Un ejemplo de lo primero sería el empuje contra ellos y el derribo de los regímenes del falsamente llamado comunismo por las presiones múltiples de las igualmente falsas democracias. Un ejemplo del segundo tipo serían los cambios producidos en las pautas mentales, conductas personales, hábitos sociales y relaciones humanas a partir de los avances tecnológicos y su implantación en las sociedades contemporáneas.

El vértigo de las transformaciones habidas a partir del siglo pasado han servido para poner en tela de juicio, alterar profundamente o arrojar al abismo casi todo lo que definía eso que se llamaba "Progreso".... En nombre del Progreso y el Estado del Bienestar. Allí donde tales cosas se programaron por y para el primer tercio de la humanidad, se deja al margen a los dos tercios restantes, se les arrebatan sus recursos para el Estado del Bienestar y el consumismo de los estados poderosos, se les divide y hace pelear entre ellos, y se les priva de los medios suficientes para combatir su hambre, su sed y sus enfermedades en nombre de principios adecuados a cada situación para poderla justificar: legalidad internacional, democracia, libertad, antiterrorismo, etc.

En el proceso de acoso y derribo a los dos tercios de la humanidad por parte de una minoría del primer mundo con la complicidad de los jefes y jefecillos del tercero, han nacido o aumentado fenómenos de alcance mundial: las migraciones forzadas por el hambre, el terrorismo, la guerra y la persecución política, cuando no el exterminio directo a las poblaciones para arrebatarles sus tierras y recursos, como estamos viendo a diario con las poblaciones indígenas latinoamericanas, No terminan aquí los desaguisados de los dirigentes ( y cuando hablo de dirigentes siempre me refiero a las multinacionales y a sus capataces del primer mundo), porque no careciendo de límite su codicia y deseos de predominio mundial, y llevando hasta el extremo los riesgos de la propia economía, con la crisis por ellos desatada sufrimos las consecuencias de la codicia de los sectores financieros marrulleros y oportunistas. Por ladrones y tramposos produjeron esta crisis global; por oportunistas extienden su mano a los Estados pidiendo ayuda. Y sin atisbo alguno de moral ni vergüenza reclaman todavía el dinero de los pueblos esquilmados por ellos y sus complacientes amigos en los sillones de los gobiernos sin que los pueblos salgan de su conocida pasividad, atolondrados por la brusquedad del proceso y sin alternativas conjuntas para salir de esa pasividad y reclamar otros tipos de organización social en que ellos, los pueblos, controlen la situación. Ellos, y no los burócratas de la política que viven a sus expensas y dándoles la espalda como vemos a diario.

Un halo de provisionalidad parece envolverlo todo en este extraño paréntesis y en la zozobra, todos los actores parecen haber perdido momentáneamente su papel. Así las masas como protagonistas de la Historia; los dirigentes políticos como generadores de concordia mundial y propulsores de cambios sociales a favor de los más débiles; los dirigentes económicos como generadores de trabajo y bienestar, etc. El capitalismo se pasea triunfante por el mundo aunque tenga los días contados debido a sus propias contradicciones internas y a su dinámica destructora de recursos y auto destructora. Los capitalistas son los primeros que no creen en la propiedad privada, de ahí que unos se la arrebaten a otros en cuanto pueden para agrandar sus empresas. Tampoco sus gobiernos. Vean lo que pasa cuando deciden expropiar viviendas o acabar con barrios enteros. tomemos como ejemplo de esto último el caso del barrio del Cabanyal, en Valencia.

Una profunda división se ha establecido sobre el mundo; una creciente fisura entre países ricos y pobres y entre gentes cuyas economías tienden a distanciarse hacia los extremos mientras la clases medias se empobrecen y las pequeñas y medianas empresas sucumben a la crisis provocada por las grandes. Esto aumenta en todas partes el desempleo con todas sus consecuencias. En esta situación, hasta los pensadores y los jueces han perdido el sentido de la imparcialidad y de lo objetivo y se vuelcan en justificar o silenciar hasta los desmanes más evidentes. Por su parte, un sector de la Ciencia al servicio de las grandes potencias, se dedica a la investigación sobre armas destructoras de nueva generación enormemente dañinas como el programa HAARP, que hasta puede modificar el clima y producir terremotos allá donde se crea conveniente.

Entre tanto, apenas si salen a la luz pública las protestas contra este estado de cosas.

Los medios de comunicación viven amordazados y dicen lo que se les permite; los grupos o personas que protestan hasta hacerse oír demasiado o se manifiestan en las contra cumbres mundiales son acallados de mil maneras, incluida la violencia policial. Y toda la maldad que produce este Sistema se justifica por sus actores con argumentos pueriles y actos contundentes, en un afán permanente de justificar ante las mayorías el desorden existente haciéndolo pasar por orden; al creciente estado mundial policiaco, por democracia; a las religiones inmorales a las que sirven los estados y viceversa, como guías morales. Se quiere poner sordina a las conciencias para que sean siempre los mismos quienes mantienen sus privilegios sin que la mayoría se alarme de tales cosas como las que suceden y hasta las encuentre justificadas.

Uno de los más alarmantes síntomas de nuestra época resulta ser este de la ausencia progresiva de principios morales en todos los sectores de la vida social. La inmoralidad rige la economía, la religión y la política, y hasta los mismos jueces se dividen cuando tienen que dictar sentencias que impliquen a altos cargos inmorales. Ahí tenemos el emblemático "Caso Gürtel". Todo ese mundo podrido parece pertenecer al Ojo del Huracán, región tenebrosa de alto riesgo y fáciles silencios cómplices por donde pocos se atreven a transitar porque no está a su alcance, porque no saben o simplemente por miedo, pues en estos asuntos de nadar contracorriente la especie humana es frondosa en argumentos para hacer mutis, especialmente si no tienen gratis los abogados y los jueces son proclives al fascismo. Pero si alguien se decide a penetrar en lugar tan desapacible, debe saber que se halla en los dominios de la Devastación de múltiples nombres. Si han leído "La Historia Interminable", de Michel Ende, es la Nada que avanza; si leyeron "Los acantilados de mármol" de Ernst Jünger, se trata del Gran Guardabosques, y si leyeron "1984" o "Rebelión en la granja", de Orwell, o conocen el personaje del Gran Inquisidor de Dostoyevski, ya van tomando contacto con el ojo del huracán y la psicología de quienes lo generan.

Se podrían rastrear muchos más ejemplos y ver en ellos las encarnaciones de todas las fuerzas oscuras de la humanidad representadas por un tirano, un inquisidor, un jabocino, o el presidente de turno de cualquier país imperialista pasado o presente. Puede camuflarse de fascismo o de nuevo orden mundial, da lo mismo y se adora al mismo dios: al Becerro de Oro y a las fuerzas demoniacas: los enemigos de la libertad y la justicia social y de la libertad de la conciencia, los enemigos del amor, que son, aunque desfilen bajo palio, no solo los enemigos de los pueblos; también son los enemigos de Dios.


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