La iluminación espiritual

El Dios del hijo prodigo

EL HIJO PRÓDIGO

La parábola de Jesús de Nazaret.

En la parábola de Jesús de Nazaret, el hijo pródigo se marcha del hogar tras haber recibido del padre su parte de herencia, que irá dilapidando alegremente en adelante en toda clase de vicios y lujos hasta el punto de caer un día en la más absoluta miseria. Es entonces cuando toma conciencia de los errores que ha ido cometiendo, y profundamente arrepentido, y con la intención de no volver a repetir semejante forma de vida como la que le ha conducido hasta su miserable estado, decide volver a su antiguo hogar y humillarse ante el padre, pidiendo perdón y dispuesto a vivir como el último de sus criados. Cual no es su sorpresa cuando el padre, al verlo llegar, ordena celebrar una gran fiesta y le acoge con los brazos abiertos lleno de alegría por su regreso. Y sin afearle su conducta, le defiende ante el resto de los hermanos que protestan, enfadados, porque el recién llegado ya había recibido su parte de herencia. Sin embargo el padre se mantiene firme, le perdona, y le acoge sin condiciones.

Esta parábola es tan rica en contenido que pone ante nuestros ojos algunas de las verdades esenciales del auténtico cristianismo, tan diferente del que nos venden las Iglesias. En primer lugar, la simbología de la Caída. Los hijos rebeldes- mayormente nosotros- rechazan vivir en la Casa del Padre y abandonan el Hogar celestial en busca de otra vida que creen mejor para ellos. El Padre, lejos de maldecirles, les regala un lugar dónde vivir y les proporciona la energía necesaria para que puedan existir, - la llamada energía de la Caída- permitiéndoles el uso del libre albedrío por el que podrán elegir su propia ley personal aunque sea oponga a las leyes del Padre. Y es justamente el libre albedrío el que igualmente permitirá a cada uno elegir volver cuando lo estime oportuno.

Entre tanto, con la forma de vivir según su ley personal, a menudo el hijo de la Caída derrocha la energía que le fue entregada para su aventura como ser humano. Esta energía, aunque tiene fecha de caducidad si los rebeldes siguen-seguimos obstinados, nos permitirá encarnar sucesivas veces en un cuerpo físico, que serán otras tantas oportunidades para reconocer errores, arrepentirnos, pedir perdón y perdonar para poder volver a Casa. Y tienen la garantía expuesta por Cristo de ser acogidos de nuevo por el Padre con el mismo derecho que el resto de sus hermanos que nunca se rebelaron y permanecieron al lado de Dios. Es aquí donde se ve que para Dios todos Sus hijos son iguales, como en el ejemplo de la parábola, y que Su misericordia es infinita con cada uno, con lo cual, y gracias a la energía añadida de Cristo desde el Gólgota, que nos impulsa a reconocer, pedir perdón y perdonar, todos volveremos un día al Reino de los Cielos. El amor y la misericordia del Padre y del Hijo trabajan juntas para la vuelta a la Gran Unidad de todos nosotros, los hijos de la Caída, en nuestro verdadero hogar. Y en el camino a Casa estamos todos, interpretando cada uno la partitura de su existencia, no importa cual sea, pues al final el mismo Cristo nos ha asegurado que ningún alma se perderá. Otra cosa es que la partitura tenga muchos episodios dolorosos en ese trance.

LA IGLESIA

La partitura de la Iglesia, sin embargo, no suena a música celestial.

La expuesta imagen de Dios dista mucho de ser la que la Iglesia ha ido transmitiendo siglo tras siglo. Esta Institución impostora, dirigida por ricos ancianos palaciegos, ha preferido hacerse la sorda a la parábola del Hijo Pródigo mientras silencia la misericordia de Dios. En lugar del Padre acogedor del hijo caído, a nuestro regreso no se abre la puerta del Hogar de la bondad, sino la puerta del Infierno, que la Iglesia inventa para quien no sigue las enseñanzas. No las de Dios, que la Iglesia no toma en serio, como muestra su historial delictivo, sino las suyas, las de la Iglesia. Prefiere ignorar el Sermón de la Montaña y seleccionar los Mandamientos que le interesan como Institución y falsificar la realidad de la misericordia divina para afirmar su propia doctrina que niega la misericordia a sus disidentes. Para estos siempre tuvo dispuesta la hoguera, seguramente para que fueran practicando en esta vida el infierno que les aseguraba para la siguiente.

Y para completar el disparate, ignora el fundamento del acto redentor de Cristo, por el cual recibimos una parte prestada de Su propia herencia para poder un día acceder a la nuestra, pero nunca a ese invento del Infierno que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a la imagen de Dios como vengador y juez severo y tanto miedo ha infundido secularmente. Esta imagen de un Dios inmisericorde y partidario de aquellos a quienes la Iglesia señala como modelos- que suelen ser poco recomendables pero con titulito de santos- ha producido tantos desertores del cristianismo, tantos herejes, y tal número de ateos y enemigos de Cristo que hubiera sido impensable que existieran de no existir la propia Iglesia. Es a ella, y no a la larga lista de ateos ilustrados, a la que debemos tanta deserción de la espiritualidad en occidente. Las instituciones Iglesia tienen sobre sí una carga de culpa de la que sus responsables tendrán que dar cuenta un día en el Más allá. Por suerte para ellos no tendrán que ir a su Infierno, pero la justicia de Dios existe y se llama Karma. En castellano se dice: el que escupe al cielo no puede esperar que lluevan manzanas. Menos mal que existe la misericordia de Dios en el camino y al final del camino que nos da fuerza y protección si la pedimos.