La iluminación espiritual

Educación instrucción violencia y terrorismo

CONCIENCIA DE UNIDAD

Si algún sentido fundamental tiene la educación es que el joven tome conciencia de la unidad que debe mantener con la Vida en cada uno de sus aspectos: físico, mental, emocional y espiritual. Dependerá de la ideología de sus maestros la forma de hacerle entender y vivir esas dimensiones, pero la realidad es que ni la enseñanza pública ni la privada satisfacen todas y cada una de esas necesidades de los jóvenes, con el agravante de que es común intentar manipular a los estudiantes para que aprendan a someterse al principio de autoridad incuestionable y así acomodarlos a ideologías siempre conservadoras. El estudiante despierto percibe la manipulación y muchos se rebelan de un modo activo creando problemas de disciplina, y otros de un modo pasivo, desentendiéndose y suspendiendo una y otra vez.

Problemas de conducta que expresan rebeldía, desmotivación, bajo interés, pasividad en el aprendizaje, son auténticos virus en el sistema educativo, y cada uno se manifiesta a su modo, alterando la vida escolar y de paso la salud de los docentes. Instrucción y educación forman una unidad, y cada uno por su lado no funciona bien.El sistema capitalista precisa hombres instruidos y manipulables dispuestos a someterse a jefes. Un hombre correctamente educado será mucho menos manejable, dispondrá de espíritu crítico, mente flexible y amplia visión. Un hombre instruido sin principios puede llegar hasta ser presidente de un gobierno y no parpadear mandando soldados a una guerra y gritar misión cumplida si se le dice. Un hombres instruido puede ser científico y no parpadear investigando una bomba. Muchos ejemplos podrían ponerse para mostrar la diferencia entre un hombre culto de espíritu libre y conciencia despierta y un hombre culto sumiso y de conciencia dormida.

¿Es posible conciliar instrucción y educación?

De las soluciones dependerá nada más ni nada menos que el modo de vivir y pensar de las futuras generaciones en una gran parte. Y todos sufriremos las consecuencias, buenas o no. Pero no es solo esto lo que deseamos saber. Queremos saber, ante el fracaso de los modelos actuales, cómo abordar la educación desde una perspectiva que nos conduzca a la paz y al crecimiento personal y colectivo. Porque si algo hemos visto hasta aquí con absoluta claridad es que la capa de barniz educativo que se recibe en los centros de enseñanza ( contrapuesta a menudo a la educación de las familias) no basta para evitar las guerras ni los diferentes tipos y grados de violencia que se ejercen desde uno contra sí mismo o hacia otras personas, familia, compañeros de trabajo o comunidades de vecinos. Y eso, a pesar de las buenas notas en el currículo de algunos estudiantes y de celebraciones anuales como el Día de la Paz en todas las escuelas, que presupone la justicia porque son inseparables. Todo eso suena bien, pero, ¿tienen paz en sus conciencias los gobernantes que mandan realizar esas celebraciones mientras son capaces de firmar penas de muerte o dar órdenes de invasión?¿ Son justos y pacíficos los padres o los profesores en el trato o en las calificaciones..? Por cada uno que no sea nada de eso no es posible la paz ni la justicia para alguien, y así se teje la telaraña de este mundo desdichado dirigido por hombres instruidos, pero zombis morales.

Es fácil ver que quienes dirigen el mundo educan sin ser justos a través de sus gabinetes ministeriales y sus legiones de profesores y utilizan el juego de máscaras de la hipocresía para aparentar dignidad y hacernos creer que se preocupan por las necesidades del pueblo. Y este juego es soportado por sus víctimas porque se apoya en las necesidades de las familias, en la ignorancia, en la sumisión social y en la dosis de hipocresía individual que cada uno de nosotros estemos dispuestos a soportar. Y esta, a su vez, en la cobardía, el miedo, la codicia, la envidia, y el individualismo gregario y egoísta, importantes madres de todas las calamidades privadas y públicas. Nunca esta poderosa combinación de elementos perturbadores está lejos en la convivencia de las aulas, y desde luego, está bien presente en toda la sociedad y en sus representantes políticos, religiosos y mediáticos.

La reacción a todos estos problemas por parte de los responsables de educar no es precisamente el autoanálisis y la rectificación del sabio, sino potenciar el principio de autoridad, de una autoridad que no es moral, que no se basa en el prestigio, que no nace de la sabiduría, sino del poder de la violencia, de la coacción moral, y del chantaje emocional.

Este es el verdadero ejemplo del mundo adulto que llega hasta las conciencias de los niños, esto es lo que cala en sus almas, y no los discursos ni celebraciones con bellas palabras de efectos poco duraderos y carentes de poder real.

Elaborar estrategias de actuación para que los estudiantes rechacen en lo más hondo de su alma toda la basura espiritual del autoritarismo, la sumisión, la confrontación y las guerras y asuman posturas activas contrarias a todo eso es una tarea ingente para la que hace falta educadores de un nuevo tipo.Y cuando hablamos de educadores queremos decir toda persona que tenga una influencia sobre el mundo de niños y jóvenes. En primer lugar, familias, profesorado, medios de información social y cualquiera de los responsables de jóvenes. Y los que han de ser educados han de tener a la vista modelos creíbles de carácter positivo hacia los que tender, con los que empatizar, y con los que interactuar en el proceso educativo. Han de tener a la vista modelos capaces de mostrarles el camino de la unidad de su vida con la Vida, tan distinto al de la uniformidad del rebaño que se practica con ellos en tantas familias y en tantos centros llamados educativos.

Sin embargo, salvo puntuales experiencias llevadas a cabo por educadores aislados y tan diversos como Ferrer y Guardia, Paulo Feeire, Rudolf Steiner y Krishnamurti, capaces de orientar a los estudiantes por el camino de la libertad, lo que ha terminado por prevalecer son modelos de enseñanza donde instrucción y educación se ven divorciadas, y eso conduce a la violencia en las aulas o al pasotismo juvenil.

¿Cómo reacciona los centros de enseñanza ante la violencia?

Como sucede con los envíos de tropas pacificadoras se recurre a soluciones de fuerza y disuasión: expulsión de alumnos, broncas, negociaciones con pocos resultados con los alumnos y /o sus familias, o vigilancia policial en los centros conflictivos. Pero esto no evita el mal que pretende atajar; de nuevo se queda en la epidermis de las cosas: el mal siempre queda más abajo. Y de nuevo comprobamos el paralelismo existente con otras fuerzas de disuasión y pacificación internacional siguiendo siempre el mismo terco y zafio esquema de actuación : nunca a la raíz del problema, siempre al síntoma visible; siempre violencia como recurso para oponerse a la violencia. Nunca la prevención, nunca el diálogo libre. Y esto los gobiernos irresponsables lo saben. Lo saben, pero actúan como el campesino que en lugar de preparar la tierra adecuadamente antes de sembrar, siembra sabiendo que inevitablemente habrá plagas por no haber preparado su campo. Y cuando éstas aparecen, las combate con insecticidas. ¿No hubiera sido mejor preparar el terreno para evitar la eclosión de las plagas? Igualmente sucede en el campo de la medicina oficial, donde tan poca gente sana completamente por esta forma absurda de proceder. Forma de proceder que, como vemos, constituye un paradigma de conducta reactiva generalizada del sistema. No soluciona los problemas, pero hace negocio con todos ellos. Y de eso se trata. No cura, pero controla. No educa, pero instruye en los colegios en lo que le interesa: perpetuar trabajadores sumisos.

Pero esta política ciega contra las necesidades de la gente, aunque produce buenos negocios para unos pocos tiene efectos secundarios terribles para estudiantes y para pueblos enteros. Uno de ellos es el terrorismo.

Observando la génesis del terrorismo

Analizando el terrorismo que a tantos preocupa en estos momentos, caemos en la cuenta de que tiene mucho que ver con el paradigma mencionado de ir al síntoma despreciando la causa profunda, la cuestión de fondo: la miseria, el fanatismo religioso y el odio de clases o entre naciones.

Se podían haber evitado todos los muertos de la Historia si los ricos, sus gobiernos y los líderes espirituales hubieran practicado la justicia y la verdad; si hubieran dado ejemplo de verdaderos creyentes en vez de violentos intolerantes ; si en vez del expolio colonial, neocolonial y neoliberal junto a la mentira y al desamparo a las poblaciones se hubieran acercado para cooperar y evolucionar juntos. Pero las naciones que que hoy se levantan airadas y practican el terrorismo devuelven el mal que antes recibieron. Y cuando lo hacen, se les reprime una vez más con violencia, directamente o indirectamente a través de gobiernos-títeres y tiránicos (dependientes de los ricos países imperialistas occidentales), que no dudan en aplastar a sus propios pueblos como fieles capataces del poder al que sirven. Lo mismo sucede cuando los trabajadores, hartos de ser explotados se manifiestan y piden justicia. Una situación semejante no puede tener buen final tanto da que se use terror o la fuerza militar.No habrá buenas soluciones, sino malos remiendos, como de costumbre. Y aunque cesen temporalmente las hostilidades -y lo mismo sucede en las aulas o con la medicina alopática- los problemas quedan siempre latentes, como una bomba de relojería que no se sabe cuándo va a estallar. Sin embargo, esta es la filosofía oficial, el paradigma de los Estados con respecto a la manera de solucionar los problemas, incluido el educativo: cubrir apariencias, poner remiendos, imponer soluciones o malos remiendos.

Los malos remiendos producen fáciles rotos

El tejido de la educación, por cierto, no admite muchos más remiendos ni puede esperar mucho más las soluciones. En educación, los remiendos producen finalmente muchos rotos de difícil arreglo en el maltratado tejido psíquico de la infancia. Como consecuencia abundan en el mundo infantil los cuadros de depresión, ansiedad y trastornos bipolares, como denuncian los psiquiatras infantiles.

Si queremos abordar realmente el problema de fondo, prevenir el desastre seguro, la primera gran cuestión que nos asalta es saber por qué los alumnos están tan lejos de hallarse motivados para su propio proceso de aprendizaje.

En muchos casos serán las propias familias de los alumnos los caldos de cultivo de los problemas de los escolares, en otros la disciplina escolar, los métodos de aprendizaje, el contenido poco interesante de los programas, la falta de experimentación y la dificultad de inserción en la realidad de lo que se aprende, la sensación de no ser necesario, la escasez de recursos didácticos o humanos, el exceso de intelectualismo, las características psicológicas del escolar concreto o del grupo- clase como tal, en un sentido positivo o negativo... Esto es muy importante, pero no solo esto. Cuando un alumno fracasa en la escuela o el instituto la institución educativa valora los conocimientos muy por encima de todo lo demás, dándose siempre menos importancia (solo a efectos de disciplina de aula), a las características personales y a las actitudes sociales de los alumnos y, por supuesto, a sus problemas como ser humano. Es decir, se obvia lo más importante del alumno: quién es, qué necesita y cómo vive en su medio social y familiar. Y estas carencias no las pueden soportar a largo plazo los remiendos del Sistema inventando LOGSES, LOES, ni PLANES BOLONIA.