La iluminación espiritual

Dios no es un misterio

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Dios no es un misterio; Patrocinio Navarro

Afirmar o negar a Dios

No se llega a descubrirlo por el método científico, ni por la razón lógica.

Este trabajo no busca convencer a nadie; solo exponer. Quien esto escribe fue ateo durante años hasta que encontró a Dios. No se llega a descubrirlo por el método científico, ni por la razón lógica. Ni uno ni otro sirven para afirmar o negar a Dios. Es como si con un método de escritura convencional quisiéramos interpretar una partitura de Mozart. Dios no es el dios que nos contaron de niños: un ser misterioso y lejano que dicen que nos ama pero no duda de enviarnos al infierno para siempre si nos descuidamos. Ni el dios de las iglesias ni el dios del que reniegan los ateos. ¿Entonces?...

Dios-energía

El Dios Impersonal o Espíritu Santo.

Igual que sucede con el átomo, cuyo núcleo es energía, ocurre en los seres humanos, donde la energía vital se halla en el interior del alma y de ahí irradia y alimenta a todo cada órgano y a cada célula. Algunos llamamos Dios a esa única energía universal -la vida- que nutre el universo visible tanto como el invisible y lo mantiene en un constante movimiento con la creación de nuevas formas y desaparición de otras en una aspiración y expiración cósmica eternas, donde Dios toma energía y la devuelve multiplicada incesantemente. Este es el Dios impersonal, nuestra energía-vida de cada día.

Ocurre con las células de nuestro cuerpo lo mismo que con las células de cualquier planta o animal, y la fuerza que opera es la misma en todos los casos, esa energía universal genialmente constructora, modificadora y organizadora a la que algunos llamamos Dios, Alá, etc. Él opera en nosotros tanto como a través de nosotros, según lo que hagamos en nuestro mundo de pensamientos, sentimientos, palabras y acciones con esa energía que se nos regala cada día y que cada uno utilizamos pensando, sintiendo, hablando y actuando con ella y a través de ella.

Tal idea de Dios como energía no tiene nada que ver con el dios de las iglesias, esa espantadora amenaza de las biblias contra la que se rebela la inteligencia y la nobleza del corazón. Estas ideas sobre un dios vengador, castigador, externo y lejano, y otras semejantes igualmente inadmisibles y falsas enseñadas por teólogos católicos y protestantes han conducido al ateísmo a más de uno que llegaron a identificar a Dios con el dios de la institución Iglesia o de otras religiones de templos.

Dios Creador

El Dios personal.

En sus manifestaciones proféticas, Dios nos enseña su otro aspecto: Su aspecto como Creador. Como Creador, ha hecho el Cielo y esta Tierra. Todo procede de Su fuente de energía impersonal, conocida como Espíritu Santo, y para ello se dio forma a sí mismo como Padre y Creador, y creó los Cielos, los soles y planetas espirituales, los reinos de la naturaleza espirituales y todos los seres puros que pueblan los reinos celestiales. El mismo Dios impersonal se da forma para crear formas con Su energía impersonal y ser reconocible no solo en lo creado sino por Sus criaturas, y entre ellas nosotros, que fuimos antaño puros aunque muchos optáramos por rebelarnos y negar a Dios en ese acto que se conoce como Caída.

Dios teológico

El peligroso dios de los teólogos.

Algunos han querido conocer a Dios con la mente intelectual, como cuando se estudia filosofía o matemáticas. Cuando intentamos conocer a Dios con la mente- como hacen los teólogos y los racionalistas- se descubre que es un camino equivocado. Dios no es un conocimiento intelectual, no es una adquisición intelectual acerca de la que se puede discutir: es una experiencia interna a la que se accede cuando se cumplen Sus leyes. Y en cuanto se llega a tener esa experiencia interna -como se tienen en nuestra vida otras que tampoco se acomodan a las explicaciones racionales sin por ello ser cuestionadas- es posible desde esa experiencia interna comprender la relación que existe entre el mundo social, el cosmos material, los reinos de la naturaleza y la propia vida, pues la vida, Dios, es el nexo, y a través de ese nexo es posible acercarnos a comprender la Vida como totalidad, y nuestro propio papel en la totalidad. Imaginemos que una célula corporal tomara conciencia de pertenecer a un órgano determinado y alcanzase a sentirse parte de de ese órgano, y, a través de él, del resto del organismo al que pertenece. Esa experiencia interna llevó a la célula individual a percibir la totalidad del organismo y con ello el sentido último de su función, el por qué de su existencia en relación a la totalidad orgánica.

También nuestras emociones son una experiencia interna, algo situado más allá de lo intelectual, ligado profundamente a nuestro mundo íntimo, ese mundo que se resiste a ser explicado con la lógica del lenguaje, que no es más que un código limitado de comunicación. Al fin y al acabo las palabras solo son símbolos y convención y lo que importa es lo que encierran en su interior: el mundo de pensamientos, sensaciones y sentimientos que forman el núcleo duro donde reside el verdadero valor y la fuerza verdadera de cada palabra. Aprender a mirar los contenidos que tienen las palabras, lo que hay tras ellas, es un aprendizaje necesario para comprender los mensajes que recibimos.

Los mensajes de Dios que vienen transmitiendo durante siglos las castas sacerdotales y las Iglesias no resultan nada tranquilizadores :nos traen la imagen de un Dios externo, de un juez severo, partidista, de misteriosos propósitos y caprichosa voluntad, enfadado con los seres humanos y sus pecados, y al que conviene aplacar mediante ritos y ceremonias o mediante diversos modos de auto castigo físico y mental. Cilicios, promesas que implican dolor físico, autoflagelaciones con latiguillos, y otros modos de auto tortura física o psicológica vienen a mostrar el fanatismo y la ignorancia sobre Dios que las Iglesias, el islamismo y otras corrientes que se pretenden intérpretes de la Divinidad quieren hacer pasar por religión. Pero Dios no tiene nada que ver con eso: Dios es una experiencia interna de paz, armonía, amor, fuerza, salud y alegría. Esta no es nunca una experiencia dolorosa, algo que se hace castigando al cuerpo, sino por medio de prácticas como la meditación, la oración del corazón, el trabajo consciente y el perseverar en la auto superación para llevar una vida conforme a Sus Mandamientos, tan bien conocidos por la humanidad y por todas sus religiones como poco practicados por sus máximos representantes.

La Trinidad

El Misterio de la Trinidad no es ningún misterio, y menos un dogma.

Retomando y resumiendo:

Por medio de algunos profetas se ha ido revelando a los humanos que existe ese Dios Impersonal del que hablamos, la Energía Primaria Universal, el Dios Cósmico que penetra como fuerza y vida todo cuanto existe. Es la energía vital, la vida misma: Es el Espíritu Santo. Y cuando este Dios impersonal y todopoderoso se da forma a Sí mismo, se manifiesta y lo hace como Creador. Es Dios Padre. Es el mismo Dios que ahora actúa para crear universos, mundos, seres, hijos espirituales.

El primer hijo visualizado por Dios para ser creado fue Cristo. Con el Espíritu Santo y el Padre forma la Trinidad. El Padre es Dios, el Espíritu Santo es Dios en su aspecto impersonal como energía, pero el Hijo, Cristo, no es Dios: es el Corregente de los Cielos y nuestro Redentor. El encarnaría en Jesús de Nazaret para darnos a conocer nuestro origen divino y mostrarnos el camino de regreso a nuestro perdido hogar eterno tras la rebelión de una parte de los seres espirituales conocida como Caída. Esta inició un proceso de degradación de nuestra alma que solo pudo ser detenido por la fuerza redentora de Cristo que desde la cruz nos hizo llegar a cada uno de nosotros una parte de Su propia fuerza -de Su herencia espiritual- para frenar esa degradación y prestarnos una energía suplementaria-la suya- para cumplir los Mandamientos, purificarnos y regresar a nuestro verdadero hogar: los Cielos puros.

Nadie llega al Padre sino por Mí, nos dice Cristo. Así que tenemos un poderoso aliado, pero sabedor de lo difícil que es alcanzar la suficiente perfección en una sola existencia – siempre tan corta-en la Tierra, nos mostró que existía la Reencarnación. Esta idea, muy extendida en su tiempo y todavía presente en las religiones y filosofías orientales como el hinduismo y budismo, no tiene nada que ver con encarnar en un cuerpo de un animal o apoderarse astutamente del cuerpo de alguien para poder vivir en este mundo. Somos nosotros mismos, nuestra alma, la que nace una y otra vez en la familia adecuada y en el cuerpo que nos corresponde genéticamente -pues traemos al nuevo cuerpo nuestra propia configuración genética conservada en la memoria de nuestra alma - para poder enmendar errores pasados y seguir aprendiendo.

La reencarnación es un regalo de Dios, una oportunidad, y una forma de manifestarnos Su amor infinito. La Iglesia ha negado enseñanzas de Cristo tan fundamentales como esta, lo mismo que convirtió en dogma la Trinidad, y se inventó otras, con lo que hace casi dos milenios que dejó de ser cristiana para convertirse en católica y pagana. Sin embargo el mayor falsificador de biblias, el obispo Jerónimo, tuvo la decencia o la contradicción de dejar el Sermón de la Montaña de Jesús que constituye el núcleo del cristianismo que la Iglesia considera utópico y no practica, pero que constituye la guía de todo seguidor de Cristo. No hace falta mucho más. Ni siquiera la Iglesia, por supuesto. Aquí puede decirse que la Iglesia. todas las iglesias que se autoproclaman cristianas, con todo ese aparato jerárquico, dogmático, ritual y todos sus templos no son más que obstáculos que interponen los enemigos de Dios disfrazados de clérigos para evitar que sea conocido y ellos desenmascarados.


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