La iluminación espiritual

Dios consciencia y progreso

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Dios consciencia y progreso; Patrocinio Navarro

DIOS Y EL PROGRESO

Si no hay amor no hay progreso real ni nada que merezca la pena.

El fin del progreso es hacer conciencia, es acrecentar la conciencia; es concienciarlo todo. El fin del progreso social es crear la conciencia colectiva social, dentro de la cual vivan las conciencias individuales; es acaso hacer la conciencia universal, cósmica. Yo me he imaginado siempre que la materia no es más que un medio para la vida, y la vida un medio para la conciencia; y que este problema evolutivo que nosotros vemos fenoménicamente ir, por así decirlo, de la piedra al ángel, trata de desprenderse de la piedra tomando conciencia de sí mismo. La materia se me aparece como un medio para la vida, la vida un medio para la conciencia, y la conciencia, a su vez, un medio para Dios, para la conciencia universal.

Miguel de Unamuno, conferencia en 1909

La conciencia es la manifestación de una energía muy especial: la energía de Dios, Su presencia en nosotros, Su voz en nuestra alma. Sin embargo muchos han sido los seducidos por ideas falaces como la inexistencia del alma, La Nada, y un Universo vacío de Dios y zarandeado por el azar.

No existe el vacío. Eso que llamamos vacío está lleno de energía. La Ciencia nos habla de la llamada materia oscura, que constituye con diferencia la mayor parte del Cosmos. ¿De qué, sino de energía puede estar compuesta esa materia oscura, cuyo nombre se debe únicamente a no ser visible ni a los más sofisticados aparatos? Sabemos por el mundo espiritual que las vías lácteas son corrientes de energía activa que atraviesan nuestros cielos. Todo es energía, y la energía está dotada de propósito y consecuencia en todas sus manifestaciones, desde la más ínfima partícula sub-atómica hasta la organización del Cosmos o de la Naturaleza.

Una invitación

Invito al lector a examinar brevemente dos conceptos: vacío y Dios. Vacío, al decir de los científicos, es una palabra precisamente vacía, sin contenido, porque el vacío no existe en un Universo donde todo es energía en diferente estado de vibración, condensación y manifestación. Vivimos en mundos atómicos y subatómicos de los que estamos construidos y entre los que nos desenvolvemos instante a instante, rodeados por corrientes de energía invisibles que nos penetran y en las que participamos con nuestra propia energía personal, construyendo entre todos un entramado electromagnético que envuelve al Planeta y le influye a nivel energético, así como a la propia Naturaleza y a sus especies de muy diversos modos.

El creyente otorga a la energía divina muy diversos nombres, como el Creador, El Altísimo, El Ser Supremo, Alá, Dios, Espíritu Santo, Universo, etc. Este Ser Universal es tanto el creador como el mantenedor de la energía universal, incluyendo en ella todas las formas de vida, y también la nuestra.

La energía es imperecedera, la vida lo es, aunque no la materia, cuya evolución está ligada al devenir de la conciencia. Desde la Caída, nuestras almas, formas de energía sutil en su origen, han ido bajando de frecuencia vibratoria hasta envolverse de materia -energía densa- para poder vivir en este Planeta, densificado también por nuestra influencia energética, afirma el cristianismo originario.

El supuesto vacío de Dios- cualquiera que sea el nombre con que se conozca- se convierte para muchos en una especie de agujero negro que aleja de la felicidad, produciendo una pérdida de energía que se intenta compensar con diversas formas de placer, cuando no con estimulantes o sensaciones fuertes o con deportes de riesgo. En nuestra época es muy llamativo este fenómeno de la búsqueda de estimulantes en bebidas y medicinas para compensar – aunque sea momentáneamente – los que no se reciben por la vía espiritual, al bloquear en los chakras una gran parte de su recepción. De una forma u otra, este es el siglo donde más se habla de energía, donde más energía se malgasta y del que más amenazas existen por la utilización perversa de algunas como la nuclear o la derivada de los hidrocarburos.

Pese a todo lo dicho, muchos son aún los que creen en el progreso material ilimitado, basado en el uso de energías perecederas y contaminantes, siguen negando a Dios y consideran su conciencia como un aprendizaje de sus cerebros en este mundo. A la vez niegan otros mundos, niegan la energía diligentemente dirigida por una fuente universal, y finalmente niegan su propia alma. No es de extrañar que si esta mentalidad es dominante, nuestro mundo se vaya al traste por ignorancia, orgullo, envidia y codicia. Todas esas miserias impiden que aflore el verdadero progreso, que no puede tener otra fuente de alimento que la conciencia espiritual. A mayor conciencia, más progreso, que tampoco tiene por qué ser crecimiento económico ilimitado ( lo que no es posible con recursos planetarios limitados) pero sí crecimiento en bondad, altruismo, compasión, cooperación, y en una palabra: amor. Si no hay amor no hay progreso real ni nada que merezca la pena. Esto es fácil de entender hasta por un niño. Por eso Jesús les atraía.


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