La iluminación espiritual

Cuando son legitimas las leyes

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Cuando son legitimas las leyes; Patrocinio Navarro

LO LEGAL Y LO LEGITIMO

La distinción entre lo legal y lo legítimo.

A menudo es motivo de controversia en las relaciones públicas y las personales la distinción entre lo legal y lo legítimo. No es este un tema menor, y desde luego, está muy lejos de ser un juego de palabras. Veamos algunos ejemplos.

Una persona es condenada a morir por un tribunal legal, o un Estado bombardea un país con el consentimiento de un Parlamento. Todo eso será legal, pero no legítimo, porque se opone al derecho a la vida de todo ser- incluidos los animales y plantas- y la negación del quinto Mandamiento (No matarás), que es ley de rango superior a la de cualquier Parlamento humano sin distinción.

La pena de muerte, por ejemplo, no solo es una aberración para cualquier persona sensible, y un asalto directo a las leyes de Dios para cualquier creyente, sino que representa uno de los rostros más sórdidos de la delincuencia legal de los gobiernos que la legislan.

Los consejos de administración de las multinacionales, que expolian los recursos del planeta, nos están conduciendo al caos climático y energético, llevan al límite las condiciones de habitabilidad y arruinan a miles de millones en beneficio de unos pocos cientos de poderosas familias genéticas y financieras. Todo eso lo hacen amparados por las leyes del mercado y por los poderes represivos que las protegen, pero sus acciones no son legítimas porque atentan contra nuestro hábitat común, contra la biodiversidad y contra el primero, séptimo, noveno y décimo Mandamientos que son leyes de rango superior.

Los prestamistas y banqueros, que viven de la usura, lo hacen amparados por la ley, qué duda cabe. Pero es ilegítima la usura, por negar el Séptimo Mandamiento (No robarás) que es ley de rango superior a la de cualquier Parlamento humano sin distinción.

Fabricar armas y comerciar con ellas se encuentra al amparo de las leyes; incluso es una de las razones principales de las guerras, pero no es legítimo fabricar ni vender armas, ni favorecer las industrias que matan, ni siquiera trabajar en ellas. Eso contradice al "No matarás" divino.

No vale la famosa excusa de obediencia debida a la que recurren tantos torturadores del mundo y tantos militares genocidas, pues la primera de las obediencias es la obediencia a Dios, nuestro Padre. Y no vale la tampoco la de guerra justa que el propio Vaticano defiende como legítima, olvidando, como siempre, que no existe otra legitimidad que las que nos proponen las leyes divinas.

Por supuesto, no valen las llamadas guerras santas, yihads, cruzadas, genocidios u otras tropelías llevadas a cabo por hombres ignorantes de conciencias dormidas, y bendecidas por el primitivismo de gobernantes y jerarquías eclesiásticas, o religiosos fanáticos siempre tan cerca de todo lo contrario a Dios.

Para enmendar aparentemente la ferocidad de sus aparatos militares y hacerlos digeribles por las poblaciones, recurren a los llamados ejércitos de paz, que es algo así como la cuadratura del círculo. Resulta cínico, cuando no tragi-cómico, hablar de paz y defensa de los derechos humanos a gobiernos que legalizan las armas y promueven su fabricación y venta. Resulta cínico, y no es legítimo, por muy legal que sea su vestimenta. Contradice al octavo Mandamiento (No mentirás) hablar de misiones de paz a ejércitos armados hasta las cejas que no dudan en apoyar al bando más adecuado (que siempre es el de los ricos y poderosos del mundo) para defender los intereses de las grandes multinacionales, que dirigen las reglas del juego. Y así podríamos continuar con muchos ejemplos.

LAS LEYES DE DIOS

No hay excusas legales contra Dios.

Los legisladores que promulgan leyes contrarias a las divinas, -universalmente respetadas por místicos, sabios, y personas inteligentes de buena voluntad, - así como los jueces que aplican esas leyes injustas y los gobernantes que las inventan son cómplices de rebelión contra Dios, y se hacen responsables de los daños que provocan; por lo que un día serán juzgados a su vez por el más alto tribunal: su propia conciencia inmersa en la totalidad inseparable de Dios. Si se cargaron de karma y no se arrepintieron, pidieron perdón y cambiaron de conducta, se ataron a la rueda de las reencarnaciones. Así, vuelven a este mundo una y otra vez hasta que despiertan y cumplen las verdaderas leyes. Creo que la ceguera que separa las leyes humanas de las divinas está perfectamente representada en la venda que el símbolo de la Justicia exhibe.

"Haz a los demás lo que desees que te hagan, y no hagas a los otros aquello que no deseas para ti mismo" son verdaderos criterios de legitimidad que ningún legislador tiene derecho a alterar. Esta es la regla de oro para medir también el nivel moral de la humanidad, sin la cual no es posible progreso alguno, sino conflictos infinitos, pues no es posible una sociedad avanzada sin que avance la conciencia de sus miembros. Y la conciencia solo avanza si lo hace en dirección a Dios. Y cuando hablo de Dios no hablo del Dios de las iglesias y castas sacerdotales, sino del Dios del que procede la existencia del cosmos, y nuestra esencia espiritual; del Dios que nos dio los 10 Mandamientos y envió a Jesús el Cristo para recordarnos que no tienen caducidad y que estos y el Sermón de la Montaña sin el cuerpo de legitimidad universal que precisamos cumplir para elevarnos de la condición de humano inferior a la altura de lo que somos: hijos conscientes de Dios; los hijos pródigos que para volver a nuestro hogar verdadero precisamos cumplir esas leyes. Somos libres de hacerlo antes o después. Entre tanto, nacemos, morimos, volvemos a nacer y a sufrir por las consecuencias negativas de nuestras conductas ilegítimas.


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