La iluminación espiritual

Cante hondo a la libertad

POR: MAURICIO AMAYA

Imagen; Cante hondo a la libertad; Mauricio Amaya

LIBERTAD AÑORADA

Cierto día Belleza y Fealdad se encontraron a orillas del mar.

Y se dijeron: Bañémonos en el mar.

Entonces se desvistieron y nadaron en las aguas. Instantes más tarde Fealdad regresó a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, y luego partió.

Belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y era demasiado tímida para quedarse desnuda, así que se vistió con las ropas de Fealdad. Y Belleza también siguió su camino.

Y hasta hoy día hombres y mujeres confunden una con la otra.

Sin embargo, algunos hay que contemplan el rostro de Belleza y saben que no lleva sus vestiduras. Y algunos otros que conocen el rostro de Fealdad, y sus ropas, no lo ocultan a sus ojos.

Gibrán Khalil Gibrán, "El vagabundo"

Se me hacía difícil, ya un poco en años, que personas tan inteligentes creyeran aún en verdades absolutas, imposibles siquiera de poner en la balanza de la duda.

Siendo como soy, una persona aún más de preguntas que de respuestas, me preguntaba aún, otra vez aún, sobre la pregunta de siempre, ésa que sale siempre de la duda, absoluta.

La "duda absoluta" debe ser algo así como no creer en nada, como creer que todo es objeto de ser preguntado una y otra vez hasta llegar, otra vez, a nada. Como si el mundo aún no fuera terminado, siempre comenzado, siempre en evolución hacia nuevas formas de entender, nuevas formas de ser que, quizás, preguntando, se puedan encontrar, si acaso, una nueva ruta para volver a buscar.

La respuesta absoluta siempre ha sido Dios. Un Dios sublime y abarcador de todas las verdades, absolutas. En Él encontramos, como ha sido siempre la historia de la humanidad, "la verdad" de todas las cosas, la respuesta a toda inquietud que hace que nada haya de evoluciones porque todo está dado, en Él.

Diría como el poeta, o remedo de poeta, qué carajos importa:

Dios ha muerto. Marx ha muerto.
Y yo mismo no me siento nada bien.

Woody Allen

No es posible sentirse "nada bien" cuando se cree que Dios es evolución, hacia algo, que siempre es más lejano: la verdad absoluta. Cada respuesta, en seres inteligentes, no lleva sino hacia nuevas preguntas. El inquieto está vedado en el "mundo de las respuestas", absolutas, inexistentes. Lo único que da sentido a la vida es reconocer que en Dios, todo es infinito, sin principio ni fin, sin la satisfacción del encuentro absoluto, sino en el encuentro diario de ir conociendo sus verdades, del amor, de la vida.

Que tal morir para ir a un espacio plano en que todo está dado. Que tal cambiar la intensidad de la energía para vivir la experiencia de que todo está dado. Que tal llegar a la riqueza absoluta sin nada más que desear, nada más que buscar, nada más para tratar de comprender y, con ellos, tener la inmensa satisfacción, ahora humana, de entender que han surgido nuevas, nuevas miles de nuevas preguntas por responder, por explorar, de tratar de saber cuáles nuevas, cientos de miles, siguen.

"La verdad está en el viaje, no en el puerto. No hay más verdad que la búsqueda de la verdad. ¿Estamos condenados al crimen? Bien sabemos que los bichos humanos andamos muy dedicados a devorar al prójimo y a devastar el planeta, pero también sabemos que nosotros no estaríamos aquí si nuestros remotos abuelos del paleolítico no hubieran sabido adaptarse a la naturaleza de la que formaban parte, y si no hubieran sido capaces de compartir lo que recolectaban y cazaban. Viva donde viva, viva como viva, viva cuando viva, cada persona contiene a muchas personas posibles, y es el sistema de poder, que nada tiene de eterno, quien cada día invita a salir a escena a nuestros habitantes más jodidos, mientras impide que los otros crezcan y les prohíbe aparecer. Aunque estamos mal hechos, no estamos terminados; y es la aventura de cambiar y de cambiarnos la que hace que valga la pena este parpadeo en la historia del universo, este fugaz calorcito entre dos hielos, que nosotros somos."

Eduardo Galeano, "El mundo al revés"

Quizás hay otros, raramente nuestros antepasados que aún tenían capacidad de pensar y de sonreír ante el drama de la vida y que podían exclamar:

"Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa, muere y renace. Cada niño tiene muchos padres, tíos, hermanos, abuelos. Abuelos son los muertos y los cerros. Hijos de la tierra y del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de las semillas, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando cómo viene el año. Las piedras son parientes de las culebras y de las lagartijas. El maíz y el frijol, hermanos entre sí, crecen juntos sin pegarse. Las papas son hijas y madres de quien las planta, porque quien crea es crea Todo es sagrado, y nosotros también. A veces nosotros somos dioses y los dioses son, a veces, personitas no más"

Así dicen, así saben, los indígenas de los Andes

Extraña coincidencia de preguntas sin respuestas. Por la chimenea ingresa, a estas horas de la noche, una pequeña lechuza que mansa, hermana, tía, madre, hermana de la vida, se dejó tomar en mis manos de pariente, cercano o lejano, poco importa. Su tersura de plumas acariciaban mis manos con extraño rechazo o cariño, sin insistir en la posibilidad, ¿algo se preguntaba?, no sé, de seguir en la noche recorriendo los caminos de quizás, ¿otra pregunta?, encontrar lo que busca que siempre o nunca encuentra.

Vida de preguntas interminables y casi nunca satisfechas. A veces se confunde el cuestionario en mi memoria de las cosas que quisiera saber. Me dedico a la satisfacción de vivir las experiencias de mis dudas, de mi ignorancia a cada instante sin querer saber cuál es la respuesta correcta que es posible que no exista porque, como la pequeña lechuza que se va, en la noche de esperanza de un nuevo día, no se preocupa por saber.

"Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia, no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí, con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas. Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes. Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo.

Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:

Se llevaron las mulas.

Y dijo:

Y se llevaron el arpa.

Y tomó aliento y se rió:

Pero no se llevaron la música

Historias de los llanos

Música de alas,

De un anochecer ya marchito,

Que en su oscuridad solo anuncia,

Un nuevo amanecer,

Lleno de mirlas que me cantan,

Mirlas hermanas, primas, siempre parientes de la vida que hoy,

Enredado en las cosas que se van,

Solo anuncian las que vienen

Con el nuevo amanecer.

Permiso para ver, que detrás de cada verdad concebida, existen miles, tantas que son mi felicidad que se vuelve infinita, en su infinita magnificencia de un Dios, ahora sí, que solo tengo que aprender para que viva conmigo, como hermano.


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