La iluminación espiritual

Bienaventuranza # 6

POR: JESUS EL CRISTO

Imagen; Bienaventuranza # 6; Jesus El Cristo

LA PUREZA

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios.

El corazón puro es el alma pura que se ha elevado hasta llegar a ser de nuevo un ser espiritual absoluto, a través de Mí, el Cristo en el Dios Padre-Madre.

Las almas puras que de nuevo han llegado a ser seres de los Cielos, vuelven a ser la imagen y semejanza del Padre eterno, y vuelven a ver al Eterno cara a cara. Ellas contemplan, viven y escuchan al mismo tiempo la ley del Padre eterno, porque de nuevo han llegado a ser espíritu de Su espíritu -la ley eterna misma.

Mientras los hombres y las almas tengan que escuchar aún en sí mismos al espíritu de Dios, todavía no son espíritu de Su espíritu, aún no son la ley misma del amor y de la vida.

Pero quien de nuevo ha llegado a ser la ley del amor y de la vida, ve al Padre eterno cara a cara y está en constante comunicación consciente con El. También ve la ley de Dios, la vida procedente de Dios, como totalidad, porque él mismo es la vida y el amor y en ellos se mueve. Quien se mueva en la Ley Absoluta de Dios, también la habrá desarrollado por completo -desde el Orden hasta la Misericordia-. A él le sirven las siete fuerzas básicas del infinito, por estar en unidad y armonía absolutas con todo lo que es.

Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre en el Cielo.

Yo, Cristo, explico, rectifico y profundizo la palabra:

Todo lo no divino que sale de ti -tal como pensamientos, palabras y actos contrarios a la ley divina-, no solo puede ocasionarle pena y preocupación a tu prójimo, sino también a ti mismo; pues lo que el hombre siembre, es lo que cosechará.

La cosecha se corresponde con la siembra. Siempre es cosechada por el que ha sembrado -no por su prójimo-. Tu prójimo no ha sembrado tu siembra ni cosechará tu cosecha.

Tus semillas, sin embargo, pueden ser semillas voladoras -como las semillas de diferentes clases de flores, que son llevadas por el viento después del tiempo de la floración y enraízan allí donde pueden afianzarse-. De la misma forma tus pensamientos, palabras y acciones pueden también caer, como semillas voladoras, en el campo del alma de tu prójimo y brotar, si encuentran allí condiciones iguales o parecidas.

Algo igual o parecido a lo que hay en ti está en él si se irrita y enfada por tus palabras y actos, si con ello le ocasionas preocupación y él piensa, habla o hace algo igual o parecido, estimulado por tus semillas voladoras. Pero tú has provocado esto y, en la ley de siembra y cosecha, se te pueden pedir cuentas. Te ha sido mandado que ames desinteresadamente a tu prójimo y que le sirvas y ayudes -y no que le ocasiones pena y preocupación con tu comportamiento.

Si entonces tu prójimo carga su alma por tu comportamiento ilegítimo, por haber irrumpido tú en el campo de su alma y haber hecho entrar en vibración causas bajo las cuales luego tendrá que sufrir y llevar una pesada carga, tú estarás atado a él. Y si a tu comportamiento reacciona de forma igualmente ilegítima, se atará a su vez a ti. En esta o en otra forma de existencia tendréis que purificar esto juntos.

Comprended: una pequeña e insignificante semilla voladora del yo humano puede crear una gran causa, que ya lleva en sí su efecto.

Comprended, pues: ¡cada causa debe ser eliminada!

Otro ejemplo: si tú envías como semillas voladoras tus pensamientos, palabras y actos negativos, y tu prójimo oye lo que dices sobre él, pero no hace caso porque en el campo de su alma no tiene algo análogo a eso, entonces solo tú cargarás tu alma, y estarás atado a él -y no él a ti-. Tu prójimo puede entrar en el Cielo, al no haber aceptado ni acogido tus semillas negativas, porque no pensó ni habló de modo igual o parecido al tuyo. Sin embargo, si mediante tu comportamiento erróneo has despertado causas en tu prójimo que en él no hubieran tenido que llegar a su efecto, puesto que podría haberlas purificado en un tiempo posterior sin penas ni preocupaciones, tú tendrás la culpa más grande y tendrás que cargar con la parte que has causado en tu prójimo.

Así pues, si tienes que soportar penas y preocupaciones, no le eches la culpa a tu prójimo por tu estado. Tú mismo eres el causante -y no tu prójimo-. Tus penas y preocupaciones son la siembra en tu alma, que ha brotado -y que también se muestra en tu cuerpo, como cosecha.

Solo Yo, Cristo, tu Redentor, te puedo liberar de ello -y solo cuando te arrepientas y no vuelvas a hacer algo igual o parecido-. Entonces la carga habrá sido quitada de tu alma y te irá mejor en tu vida.

Comprended: quien se da cuenta de que sus penas y preocupaciones son sus propias siembras y acepta su sufrimiento, muestra verdadera grandeza interna. Este es un signo de crecimiento espiritual; y el crecimiento espiritual lleva paulatinamente a la perfección.

Los seres puros son perfectos; son la imagen y semejanza del Dios Padre-Madre. Viven en Dios, y Dios vive a través de los seres puros.

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios -ya que han llegado a ser nuevamente la imagen y semejanza del Padre celestial-. De un corazón puro entregado a Dios, fluyen dulzura y humildad.

Yo, Cristo, el Redentor de la humanidad, conduzco a la pureza interna al cada vez más numeroso pueblo de Dios en la Tierra. El pueblo de Dios se compone [1989] de hombres y mujeres que recorren, conscientes de la meta, el camino del amor hacia el interior, siguiéndome así a Mí, Cristo, el único Pastor. No todos ellos volverán a encarnar en las siguientes generaciones, sino que muchos vivirán en el espíritu del amor y obrarán en espíritu para la gran totalidad y para el Reino de Paz de Jesucristo.

Oh comprended, los que vivís en el Reino de Paz: muchos de vosotros participasteis como hombres ya en el tiempo de los pioneros. Y más de uno de vosotros, siendo pionero, mantuvo junto a los pioneros la unidad en Dios, recorriendo conjuntamente con ellos el camino al interior. Os desprendisteis así de mucho de lo humano, por lo que vuestras almas fueron cada vez más traspasadas por la luz de la verdad. Al desencarnar, vuestras almas se llevaron esta luz de la verdad a los planos de luz superiores. De allí habéis vuelto con la luz de la verdad, para vivir y obrar en vestido terrenal en el Reino de Paz de Jesucristo.

La luz de la verdad vuelve ahora a irradiar a través de vuestros nuevos cuerpos terrenales. Ahora cumplís en esta existencia terrenal lo que habéis adquirido en las existencias previas: luz de Mi luz y fuerza de Mi fuerza -la ley de la vida-. Plena del espíritu de Dios, el alma obra ahora a través de su nuevo vestido terrenal en el Reino de Paz de Jesucristo, en el que Yo Soy el Soberano y la Vida.


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