La iluminación espiritual

La biblia libro de Dios

POR: LA BIBLIA

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Sagradas Escrituras

En las confrontaciones religiosas entre católicas se considera la Biblia como autoridad ética y moral. Los fundamentalistas la consideran inerrante en todo aspecto: sería el manual de usuario de la raza humana; así, el evangélico promedio escarba sus Sagradas Escrituras en busca de versículos que apoyen sus puntos de vista particulares y al presentarlos considera zanjada la cuestión: Dios ha hablado. Esto no es exclusivo de protestantes fundamentalistas; incluso creyentes tolerantes y progresistas las usan para atacar actitudes cuestionables en sus interlocutores. No es extraño, por ejemplo, que se critique a los católicos Fanáticos por sus respuestas irritadas, sacándoles en cara un supuesto olvido del Amor al prójimo como eje central católico; supuestamente esto debería incluir a los creyentes de otras confesiones.

El uso del Buen Libro no se limita a discusiones formales en el debate. Tópicos trascendentales como el control de la natalidad, el aborto, la homosexualidad, la enseñanza de la evolución en las escuelas, etc., son rechazados basándose en la Biblia, lo que les daría Autoridad divina.

El creyente común solo sabe de la Biblia lo que el sacerdote o el pastor le sugiere leer desde el púlpito y aceptará a pie juntillas lo que le digan: condenará lo que diga su clérigo porque La Biblia lo dice. Un lector escéptico, que no limite su lectura a esos contados pasajes se llevará una sorpresa. ¿Cuán válido es usar la Biblia para dirimir disputas morales y sociales? Basar nuestra ética en la Biblia estaría justificado si ella mostrara estándares sobrenaturales de bondad, lo esperable si hubiera sido inspirada por un Creador Bondadoso, Todopoderoso y Omnisciente, preocupado de que sus criaturas recibieran claramente sus indicaciones. Sin embargo, un examen detallado mostrará un panorama radicalmente distinto.

Las primeras indicaciones sobre el dios de la Biblia se encuentran en las primeras páginas, donde se lee cómo la humanidad queda condenada a muerte por la desobediencia de sus dos primeros progenitores, creados ignorantes de lo bueno y lo malo(Gn. 3,5). ¿Cuán justo es castigar por desobediencia a una pareja creada sin saber que desobedecer es malo? ¿Cuán justo es castigar a todos sus descendientes por lo que ellos hicieron? Aunque la historicidad de ese mito es rechazada por todos los biblistas, historiadores, y científicos serios, en él se marca la pauta subsiguiente del carácter de Yahvé. Se sugiere al lector que verifique las citas ofrecidas y lea todo el contexto que considere necesario.

Estos son unos pocos ejemplos de actitudes cuestionables de Yahvé (entre centenares): Impone tortura física sobre mujeres inocentes y funda el machismo (Gn. 3,16). Manda a asesinar a espada a los moradores originales de la tierra prometida sin excepción (Dt. 20, 13-17). Un solo ejemplo de estas masacres culminó con 12.000 asesinatos de hombres y mujeres (Jos. 8, 24-27). En otro mito popular, Yahvé asesina a toda la humanidad excepto 8 personas; entre las víctimas se contarían todos los niños de pecho y todos los fetos del planeta; de haber sucedido, este habría sido el peor genocidio concebible, que haría palidecer los genocidios de Hitler, de Stalin y de Milosevic tomados en conjunto (Gn. 7,22). Yahvé también mata a todos los hijos mayores inocentes de un país, solamente porque su gobernante se niega a cumplir sus deseos (Ex. 12,29-30); lo peor es que el gobernante desobedece porque el mismo Yahvé lo obliga a desobedecer (Ex. 4,21. 10,27. 11,10). Esto es usar personas inocentes como medio de venganza: la total deshumanización y utilización del ser humano. Esta masacre pudo haberse evitado si Yahvé hubiera movido al gobernante a aceptar sus deseos, pero al parecer, esta deidad prefiere ostentar sus genocidios que lograr sus objetivos de forma amorosa.

El carácter genocida de Dios Padre no se limita a sus enemigos. Incluso el pueblo elegido es víctima frecuente de su Dios de Amor. Por ejemplo, manda a asesinar las familias inocentes de israelitas culpables de robar de un anatema ( Jos. 7,15); esto fue poco comparado con los 70.000 asesinatos que Yahvé habría cometido en el pueblo de Israel para vengar un censo hecho por David (2 Sam. 24,15)... y eso que supuestamente era el trato amoroso de Dios (2 Sam. 24,12-14). Yahvé tiene un particular sentido de la justicia, pues no castiga a los culpables sino que castiga a sus hijos, nietos, bisnietos y demás generaciones inocentes (Dt. 28,46); incluso llega a ejercer venganzas sobre los cuerpos inanimados de sus enemigos, algo que solo se podría hacer por puro morbo, ya que un cadáver no puede sentir nada (Dt. 28, 26).

Las vendettas de Yahvé hacen palidecer los crímenes del peor asesino serial: Yahvé manda, sobre las mujeres inocentes vecinas de un pecador, castigos tan atroces como hacerles comer sus propios hijos (Dt. 28, 55-57; Ezequiel 5,10; 2 Ry. 6,28-29; Lam. 4,10; entre otros). Yahvé también manda hambrunas sobre niños de pecho, a los que se les termina pegando la lengua al paladar por física sed, solo para torturar a sus padres (Lam. 4,4).

Más aterrador aún, la divinidad de los católicos castiga a los vecinos inocentes de un idólatra, haciendo que las mujeres aborten a punta de espada, y haciendo que se estrellen a los bebés inocentes contra las rocas (Oseas 13,16); igualmente castiga mujeres inocentes haciendo que las violen y haciendo atravesar con flechas a sus hijos (Isaías 13,16-18). Un castigo particularmente macabro contra niños que se burlan de un calvo es despedazar a 42 de ellos con dos osos feroces (2 Ry. 2,23ss).

La Biblia no solo muestra el carácter demoníaco del Padre de Jesús, sino que lo presenta como un legislador inmoral e injusto. Basta recordar unas cuantas leyes: Yahvé manda que se le cercenen las manos a la mujer que ayuda a su marido en una pelea, si separa al agresor tomándolo de sus genitales (Dt. 25,11). También manda a asesinar a quienes trabajen en sábado (Ex. 31,14-15), a las muchachas que no sangren en su primera relación sexual (Dt. 22,13ss), a los hijos desobedientes (Dt. 21,18ss), a los homosexuales (Lv. 20,13), entre muchísimos otros. Yahvé considera impura e intocable a la mujer menstruante (Lv. 18, 19.29) y a la que acaba de dar a luz (Lv. 12,1ss).

Incluso en leyes tan Universales como los diez mandamientos, Yahvé borra con el codo lo que escribe con la mano. En el segundo mandamiento, no inclinarse ante ídolos, Yahvé amenaza con castigar los descendientes del trasgresor hasta la cuarta generación (Ex. 20,5). En el décimo mandamiento, el de no codiciar, tácitamente considera a la mujer como una propiedad del hombre y valida la esclavitud (Ex. 20,17). La moral del dios bíblico no le bastó para prohibir la esclavitud, pues incluso legisla sobre cómo vender a las propias hijas como esclavas (Ex. 21,7 ) y normatiza a favor de que los amos muelan a palos a sus esclavos siempre y cuando éstos no mueran antes de tres días (Ex. 21,20-21).

Ante semejantes atrocidades e inmoralidades de Yahvé, la mayoría de los creyentes terminan tomando una actitud casi Marcionita (1). Rechazan el Antiguo Testamento por ser un libro bárbaro y se adhieren solo al Nuevo Testamento, de amor, de Jesucristo. Dejando a un lado el hecho de que sin el AT no hay validación para el Mesianismo de Jesús, y aceptando el hecho de que el NT cambia apreciablemente su tono, la realidad es que la nueva alianza dista mucho de ser un mensaje de paz y amor, como lo presentan los católicos.

El mensaje amoroso de Jesús se puede resumir en la frase Cree en mí o fríete en el infierno (Mt. 13, 41-42). Las parábolas del Reino no dejan lugar a duda y todo queda claro con parábolas con mensajes como:

Pero en cuanto a esos enemigos míos que no me querían por rey, tráiganlos acá y mátenlos delante de mí (Lc. 19,27)

De hecho, aunque se le tilde de Príncipe de la paz, y se le recuerde para fomentar la tolerancia ante nuestros congéneres, la realidad es muy distinta. El mensaje de Jesús es sectario e intolerante:

A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia'. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará. (Mt. 10, 32-39)

Hay versículos incluso más fuertes, que muchas veces se tergiversan en las traducciones modernas, cambiando un aborrece por querer menos: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lc. 14,26) O este otro: He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla! ¿Creen ustedes que vine a traer paz a la tierra? ¡Les digo que no, sino división! (Lc. 12, 49-51)

Cuando se contempla el mensaje de Jesús en su totalidad, y no se limita el análisis a lo que presentan los apologistas catolicos, se percibe que el supuesto mensaje de Amor no es más que una versión descafeinada de la moral celosa y vengativa del dios del Antiguo Testamento: Quien no está conmigo, está contra mí: no es verdadero amor... es intolerancia vengativa.

Incluso su ley de amor al prójimo tiene una connotación que los creyentes modernos ignoran y los clérigos ocultan. Se cree comúnmente que prójimo es sinónimo de congénere, o cualquier persona, pero la palabra se refería a los correligionarios de las ramas del Judaísmo: en la parábola del buen samaritano, Jesús toma como prójimo al Samaritano, creyente de una secta rechazada por la mayoría farisea (2). Eso explica el por qué Jesús no tiene reparos en llamar perros a los paganos (Mt. 15,26). Para Jesús, como todo judío, un perro era un animal inmundo. Llamar perros a los paganos que se le acercaban era insultarlos. Su trato displicente con los paganos y cálido con los sectarios marginales judíos señala claramente el significado de la palabra prójimo. Es exactamente la misma razón por la cual Yahvé, a pesar de haber prohibido el asesinato, manda tranquilamente a pasar a espada a miles de hombres, mujeres y niños de la tierra prometida: No eran prójimo. No eran Judíos.

La supuesta tolerancia y moderación en el lenguaje de Jesús queda en entredicho cuando se recuerdan expresiones como hipócritas(Mt. 15,7), Generación de víboras (Mt. 23,33) y sepulcros blanqueados (Mt. 23,27), entre otras. Quienes promueven a Jesús como príncipe de la paz, para critican el debate sobre religión equiparándolo a ira, tienen que hacer malabares exegéticos para olvidar la ira de Jesús cuando atacó a los comerciantes del Templo (Mt. 21,12ss), o cuando mandó a secar la Higuera (Mc. 11,12ss).

El mismísimo Pablo de Tarso y sus autores pseudoepigráficos no pudieron eliminar algunas de las injusticias del dios del Antiguo Testamento ya que respaldan la esclavitud (Ef. 6,5; Col 3,22; 1 Tim.6,1; Tito 2,9), el sometimiento ciego a la autoridad (Rom. 13,1-2), e incluso, el machismo (1 Cor. 11,3.14,34). Valdría la pena poner a prueba eso de que toda autoridad viene de Dios cuando se considera a Hitler o a Stalin.

Como conclusión, el catolisismo no tiene un núcleo de amor y tolerancia. El mensaje bíblico es en su mayor parte intolerancia, genocidio, venganza, injusticia, inmoralidad, y todos los vicios imaginables en cualquier religión tribal. Por eso se ven actitudes viscerales y agresivas en los comentarios de los foros interreligiosos. Esto, porque el amor al prójimo es sinónimo de amor al correligionario y el odio al hereje. Como los católicos y evangélicos se consideran mutuamente herejes, es normal que surjan estas actitudes. Por último, solo picando aquí y allá, escogiendo lo que conviene y ocultando lo que irrita, se puede salir con el retrato de Jesús como príncipe de Paz tolerante y amoroso que se muestra en los medios. La realidad era otra: históricamente Jesús fue un profeta apocalíptico galileo que ostentó un carácter parcialmente renovador y parcialmente intolerante. Ese es el resultado de la crítica moderna avalada por centenares de estudios.

Después de descubrir que la Biblia defiende la esclavitud, el machismo, la violación, el infanticidio, el aborto, el canibalismo, el filicidio, el genocidio, y en general, el uso de inocentes para castigar culpables, sería inmoral basarse en semejante libro para prohibir el uso del condón en países con epidemias de Sida, para prohibir los medios de control natal artificial en países con niveles abrumadores de pobreza, para discriminar contra mujeres y homosexuales, para despotricar contra el librepensamiento, e incluso, para satanizar el cuerpo y las prácticas sexuales solo por placer.

Un análisis exhaustivo de la Biblia muestra que ya es hora de dejarla como patrón moral en las sociedades occidentales. Los valores modernos deben establecerse por medio de un escrutinio escéptico implacable, el uso de argumentación racional, la consideración de factores científicos en el bienestar social, y en general, un sano debate. Las amenazas míticas y las morales pre científicas no deben tener cabida en las democracias modernas.


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