La iluminación espiritual

El arte de saber escuchar

POR: IRENE ORCE

Imagen; El arte de saber escuchar; Irene Orce

SABER ESCUCHAR EN SILENCIO

Para saber hablar, es preciso saber escuchar. Plutarco

Cuando escuchamos dejamos de juzgar, y creamos un espacio de silencio que nos permite responder a nuestro interlocutor desde la responsabilidad y la consciencia. La buena escucha crea un clima de empatía, de confianza y de autenticidad, en el que es posible comprender las necesidades, sentimientos y motivaciones de la otra persona. Los expertos en coaching, artistas de la escucha, afirman que la clave para saber escuchar es mantener nuestro diálogo interno en silencio cuando la otra persona está compartiendo. El objetivo es hacer de espejo, pues asumimos que nuestro interlocutor sabe mejor que nadie qué es lo que realmente necesita.

Para poder escuchar verdaderamente a los demás es imprescindible empezar por escucharnos a nosotros mismos. Saber escuchar es una actitud que nos permite comprender a la persona que nos está hablando. Así, cuando practicamos la escucha activa demostramos interés por el otro a través de la retroalimentación, le damos espacio para permitirle reflexionar y utilizamos la pregunta como herramienta para hallar la solución que está buscando.

Una pregunta bien formulada puede expandir la mente de nuestro interlocutor hacia nuevos horizontes, e incluso llevarle a realizar cambios importantes en su vida. A diferencia de un consejo -que trae consigo implícita la respuesta-, la pregunta motiva a nuestro interlocutor a ahondar en sí mismo, tratando de ver su situación con más distancia y objetividad. Así, preguntar de forma consciente promueve que la conversación se vaya concretando, dirigiéndose hacia la raíz del conflicto.

Eso sí, para practicar la escucha conscientemente hemos de estar conectados con nosotros mismos y con el momento presente. Gracias a este silencio y quietud internos aportamos calidad a la conversación. Saber escuchar nos permite experimentar nuestras interacciones con una mayor profundidad y plenitud. Supone un ejercicio diario, un compromiso por mantener relaciones más honestas, constructivas y auténticas. Aunque lo parezca, no es lo mismo oír que escuchar. Y sin duda, existe un abismo entre aconsejar y preguntar.

REFLEXIONES

Escuchar lo que nos pasa adentro, es un arte.

Desde pequeña me ha encantado escuchar, y con el tiempo he desarrollado esta habilidad hasta profesionalizarla y convertirla en un arte mediante el coaching. A mi modo de ver, saber escuchar es crear un clima de empatía, de confianza y de autenticidad, en el que es posible comprender las necesidades, sentimientos y motivaciones de la otra persona.

Cuando verdaderamente escuchamos, creamos un espacio de silencio que nos permite responder a nuestro interlocutor desde la responsabilidad y la consciencia.

La sociedad en la que vivimos pide a gritos un giro de 180 grados: dejar de centrar la atención en lo que sucede fuera y empezar a escuchar lo que nos pasa adentro.

APRENDER A ESCUCHAR

La razón es un sol severo: ilumina pero ciega. Romain Rolland

Si aspiramos a trascenderlo, tenemos que comenzar por atrevernos a examinarlo y cuestionarlo. En la medida que seamos capaces de desidentificarnos de nuestro ‘mapa mental’ estaremos más receptivos a valorar las opiniones ajenas, el primer paso para superar el mal hábito de querer tener siempre la razón. De este modo podremos comenzar a dejar de responder de forma reactiva e impulsiva, lo que pone de manifiesto que no estamos prestando verdadera atención a nuestro interlocutor.

Frente a esta situación surge otra pregunta incómoda: en nuestras relaciones con los demás, realmente escuchamos.

Desde pequeños vamos a la escuela para aprender a hablar y a escribir, pero nadie nos enseña a escuchar. Solemos pasar nuestros días limitándonos a oír. Y canalizamos nuestra necesidad de establecer relaciones sociales desarrollando distintos tipos de escucha. Probablemente, la que más utilizamos es la denominada ‘escucha de buenas intenciones’, que consiste en compadecer y tratar de convencer a nuestro interlocutor, intentando imponerle nuestro punto de vista.

Sin embargo, con esta actitud no logramos mejorar su situación.

Este resultado es fruto de la mala comunicación y nuestra falta de atención hacia el otro. Cambiar esta inercia tóxica pasa por comprometernos con nosotros mismos y nuestras relaciones, trabajando nuestra capacidad de escuchar activamente. No en vano, cuando escuchamos dejamos de juzgar, y creamos un espacio de comprensión que nos permite responder a nuestro interlocutor desde la responsabilidad y la consciencia.

No se trata de ver quién tiene la razón, sino de crear un clima de empatía, confianza y autenticidad, en el que es posible comprender las necesidades, sentimientos y motivaciones de la otra persona. Ésa es la esencia de una conversación enriquecedora, incluso transformadora. Para lograrlo, basta con que de vez en cuando nos preguntemos qué preferimos: ¿Tener la razón o ser felices?

REFLEXIONES

La verdadera profesión es encontrar el camino hacia sí mismo. Herman Hesse

Amarse a uno mismo no tiene nada que ver con sentimentalismos ni cursilerías. Se trata de un asunto bastante más serio. Al hablar de amor, nos referimos a los pensamientos, palabras, actitudes y comportamientos que nos profesamos a nosotros mismos. Así, amarnos es sinónimo de escucharnos,, atendernos, aceptarnos, respetarnos, valorarnos y, en definitiva, ser amables con nosotros en cada momento y frente a cualquier situación.

Lograr aquello que quería a nivel profesional y darme cuenta de que no me sentía satisfecha. El cambio comenzó cuando dejé de centrar la atención en lo que sucedía fuera y comencé a escucharme y a confiar en mí misma, esto lo convertí en un arte. Decidí empezar a actuar sobre lo que dependía de mi, en vez de frustrarme por todo aquello que no estaba en mis manos. El camino preestablecido no suele conducir a la felicidad ni al bienestar emocional, de ahí que sea fundamental darnos la oportunidad de hallar nuestra propia vía, siendo coherentes con lo que sentimos y lo que necesitamos.

Para saber hablar, es preciso saber escuchar. Cuando escuchamos dejamos de juzgar, y creamos un espacio de silencio de responsabilidad y consciencia.

Irene Orce


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