La iluminación espiritual

El amor condicionado como adicción

POR: ANTHONY DE MELLO

Imagen; El amor condicionado como adicción; Anthony De Mello

AMOR SIN ADICCIONES

El amor verdadero no tiene adicciones.

Pero cuando usted está empeñado en conseguir esto o lo otro, se vuelve despiadado, duro e insensible, eso es una adicción. ¿Cómo puede amar a las personas cuando las necesita? Solamente puede utilizarlas. Si yo lo necesito a usted para que me haga feliz, tengo que utilizarlo, tengo que manipularlo, tengo que buscar la manera de ganármelo, eso es una adicción.

Soy adicto al amor condicionado cuando no puedo dejar al otro ser libre.

Solamente puedo amar a las personas cuando he liberado mi vida de las personas. Cuando muero a la necesidad de las personas, entonces estoy en el desierto. Al principio se siente horrible, se siente solitario, pero si puede soportarlo por un tiempo, de pronto descubrirá que no está en absoluto solo. Está con la soledad, con el aislamiento, y el desierto comienza a florecer.

Entonces por fin sabrá qué es el amor, qué es Dios, qué es la realidad.

Pero, al principio renunciar a la adicción puede ser muy duro, a menos que usted comprenda muy bien o haya sufrido lo suficiente. Haber sufrido es una gran cosa. Solo entonces puede cansarse de todo.

El sufrimiento debe usarse para acabar con el sufrimiento. La mayoría de las personas sencillamente siguen sufriendo.

Esto explica el conflicto que tengo a veces entre director espiritual y el de terapeuta. Un terapeuta dice: Aliviemos el sufrimiento. El director espiritual dice: Dejémosla sufrir; se cansará de esa manera de relacionarse con la gente, y, finalmente decidirá escapar de esta prisión de dependencia emocional de otros.

¿Ofreceré un alivio o extirparé el cáncer? no es fácil decidir.

Una persona arroja airadamente un libro sobre la mesa. Déjela que siga arrojándolo sobre la mesa. No le recoja el libro y no le diga que todo está bien. La espiritualidad es consciencia, consciencia, consciencia, consciencia, consciencia, consciencia.

Cuando su madre se disgustaba con usted, no decía que algo le pasaba a ella, decía que algo le pasaba a usted; de otra manera no se habría disgustado. Pues bien, hice el gran descubrimiento de que si tú estabas disgustada, mamá, algo te pasa a ti. De manera que es mejor que controles tu ira. Es tuya, no mía. Si a mi me pasa o no me pasa algo, lo analizaré independientemente de tu ira. No me voy a dejar influenciar por tu ira.

Lo curioso de esto es que cuando yo puedo hacer esto sin sentimientos negativos hacia otro, también puedo ser muy objetivo respecto a mí mismo. Solamente una persona muy consciente puede negarse a recoger la culpa y la ira del otro, y decir: Tienes una pataleta. Lo siento. Ya no tengo el menor deseo de rescatarte, y me niego a sentirme culpable. Yo no voy a odiarme por algo que hice. Eso es lo que se llama culpa. No voy a alimentar un sentimiento negativo y a castigarme por algo que haya hecho, correcto o incorrecto, estoy dispuesto a analizarlo y a observarlo y a decir: Bien, si hice algo malo, fue inconscientemente.

Nadie hace el mal conscientemente, por esa razón los teólogos nos dicen muy bellamente que Jesús no podía hacer el mal. Eso me parece muy lógico, porque la persona consciente no puede hacer el mal. La persona consciente es libre. Jesús era libre y porque era libre, no podía hacer nada malo. Pero como usted si puede hacer el mal, usted no es libre.

AMOR SIN CONDICIONES

El amor incondicional es el que te ama así como eres, hagas lo que hagas.

La atracción que brota de nosotros no es amor. Eso que llamamos amor es un gusto por sí mismo, un negocio de toma y daca, y de condicionamientos: tanto como me ames te amaré.

Es una dependencia, una necesidad de lograr una felicidad que nos reclama desde dentro porque nosotros somos felicidad y hemos nacido para ser felices, pero nuestra propia inseguridad hace que la reclamemos al exterior y lo hagamos con exigencias, compulsivamente y con miedo de que se escape. Lo manifestamos con un deseo de posesión, de controlar al otro, de manipularlo, de apegarnos a él, por la ilusión de creer que, sin él, ya no podremos ser felices. Cuando amas de verdad a una persona, ese amor despierta el amor a tu alrededor.

¿Y qué es lo que te impide amar?

Tus conceptos, tus categorías, tus prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los clichés que tú mismo has elaborado a partir de tus propios condicionamientos y experiencias pasadas. Ver es la más ardua tarea que un ser humano puede emprender, porque requiere una mentalidad alerta y disciplinada, mientras que la mayoría de la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que tomarse la molestia de ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre nuevo, con la novedad de cada momento.

Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil.

Pero el ver te exige algo aún mucho más doloroso: liberarte del control que la sociedad ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado hasta las raíces mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de él es tanto como despedazarte.

Amor es pura gratitud, y nosotros nos ponemos condiciones.

Y si nos ponemos condiciones a nosotros mismos, ¿cómo no vamos a ponérselas a los demás? Convertimos eso que llamamos amor en un egoísmo refinado que utilizamos, o para darnos placer, o para evitar sensaciones desagradables, sensaciones de culpabilidad, o miedo al rechazo. Para evitar esto, comerciamos con lo que llamamos amor. Si somos capaces de ver esto y de llamar a las cosas por su propio nombre, ya vemos claro.

Cuando puedas limpiar tu corazón de todos los apegos y aversiones, verás el Amor.

Anthony de Mello


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